La Ley de Educación Ambiental Integral tiene el objetivo de promover la conciencia y la responsabilidad ambiental desde la educación. ¿Qué cambios puede generar esta iniciativa? La nueva ley de Educación Ambiental integral está diseñada para implementarse en todos los niveles educativos y en ámbitos formales y no formales. Concibe a la educación ambiental como un proceso constante. Tiene el objetivo de impulsar un pensamiento crítico y resolutivo frente a la contaminación, el uso sostenible de los bienes y servicios, y la gestión integral de residuos. Defiende el respeto y el valor de la biodiversidad, pretende la igualdad, la inclusión y la justicia, tanto entre humanos como en sus relaciones con otros seres vivos. Reconoce la diversidad cultural y defiende la preservación de las culturas de los pueblos originarios. También, alienta a la participación y formación ciudadana.
La ley 27621 fue aprobada en mayo con el voto afirmativo de 58 legisladores. Tal como se afirma en el artículo 2°, la “Educación Ambiental Integral (EAI): es un proceso educativo permanente con contenidos temáticos específicos y transversales, que tiene como propósito general la formación de una conciencia ambiental, a la que articulan e impulsan procesos educativos integrales orientados a la construcción de una racionalidad, en la cual distintos conocimientos, saberes, valores y prácticas confluyan”.
En esta ley se consolida el antecedente normativo que se viene construyendo desde hace años. Por ejemplo, “en Entre Ríos existe la Ley Provincial de Educación, esta normativa fue pionera en priorizar la enseñanza ambiental bajo una mirada ética y desde una dimensión transversal”, sostiene Esteban Adrián Rodriguez que tiene veinte años de experiencia en la docencia en la ciudad de Viale. No obstante, a pesar de que hay diferentes decretos y leyes que regulan cuestiones ambientales, muchas veces no son respetadas y se dejan de lado en pos de priorizar el desarrollo económico. El especialista explica que varios de los conflictos de la región se vinculan con las formas de producción, hay ciertas contaminaciones y explotaciones sobre todo por el uso de agroquímicos, ya que las fumigaciones aéreas y terrestres pueden ser nocivas para la salud del ambiente y de las personas.
Frente a esto, “la Educación Ambiental Integral es necesaria porque va a formar a una ciudadanía que participará en la toma de decisiones y que comenzará a exigir sus derechos cuando una actividad humana perjudique la salud del ambiente”, asegura Rodriguez
¿Por qué es importante contar con una ley de educación ambiental?
A comienzos de 2021, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Universidad de Oxford y varias organizaciones no gubernamentales realizaron la encuesta global Peoples’ Climate Vote. El estudio reveló que el nivel educativo de las personas influye en su percepción sobre la crisis climática y ecológica. Así, los países con mayores ingresos obtuvieron más consenso en la población sobre la urgencia de la problemática ambiental. Mientras que la ciudadanía de países pobres (y con menor acceso a la educación) presentaron un porcentaje bajo de apoyo a las políticas públicas de protección del medioambiente e incluso muchos individuos negaron la existencia del cambio climático. De esta forma, “el impulsor sociodemográfico más profundo en la creencia de la emergencia y la acción climática es la educación de una persona”, asegura el estudio.
Según esta encuesta, el 72% de la población argentina cree que la crisis ambiental es una urgencia global. Sin embargo, aún es un resultado bajo en comparación con el de países desarrollados como Italia (90%), Francia (87%) y Reino Unido (85%). En este contexto, el Congreso Nacional convirtió en ley el Proyecto para la Implementación de la Educación Ambiental Integral. “Esta ley propone que la educación ambiental se constituya como un derecho a vivir en un ambiente sano. Y para hacer valer ese derecho y ampararse en él, es necesario un cambio de valores, comportamientos y actitudes”, afirma Rodríguez, licenciado en Enseñanza de la Biología y docente entrerriano especializado en educación ambiental.
Somos parte
Mientras lidiamos con preocupaciones egocentristas, selvas y bosques son deforestados, se exterminan animales, aumenta el nivel del mar, se destruye la capa de ozono, se contamina el aire, se acidifican los océanos y cada minuto aumentan las emisiones de carbono. Desde una mirada crítica, pareciera ser que la raíz de estos conflictos es la enajenación, es decir la falta de sentido de pertenencia al entorno en el que vivimos, desligarnos de nuestra responsabilidad ambiental por creer que la especie humana es ajena al resto de los seres vivos. En una entrevista del año pasado, el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han afirmó que “los efectos del cambio climático serán más devastadores que la pandemia. La violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza”.
Entonces, es fundamental la educación para generar un cambio de paradigma y concebir la protección de la naturaleza como una problemática urgente que ya no puede ser postergada. Esta nueva normativa propone repensar nuestros valores, conductas y actitudes, posicionarnos desde otra perspectiva. De esta forma, Rodríguez concluye que “el ambiente no es solamente aquello que nos rodea, todos/as somos parte. Si nos damos cuenta de eso vamos a actuar con otra mentalidad”.