Román Mayorá es magíster en estudios culturales, investigador, docente de la cátedra «Arte y cultura de masas» y coordinador académico de la carrera de Tecnicatura en Gestión Cultural de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos (FCEDU-UNER). En el marco del programa Jardín de Gente en Radio UNER Paraná 100.3, compartió algunos detalles de su primer proyecto de investigación como director novel, “Escenas de la música urbana. Experiencias históricas culturales del rock-pop en Paraná”, integrado además por los docentes de la Tecnicatura en Gestión Cultural Pablo Russo, Franco Giorda y Rocío Piccoli, con Víctor Lenarduzzi como asesor.
–¿Cómo fue que surgió este interés por estudiar la música urbana, concretamente en Paraná?
–Esta es una investigación que hicimos entre 2018 y 2019. Es un proyecto de investigación de la Tecnicatura en Gestión Cultural que compartimos con un grupo de docentes que, a su vez, compartieron diferentes líneas de análisis. Lo que nos propusimos fue, a partir de catorce entrevistas en total que hicimos a músicos de Paraná, de diferentes edades, diferentes trayectorias y demás, poder conocer un poco cómo se desarrolla la actividad musical en la ciudad, cuáles son las historias de vida de los músicos, que es algo que desde las Ciencias Sociales no estaba realizado previamente acá, sí en muchas otras ciudades argentinas. Nos interesaba recabar datos sobre la escena local, a su vez comparar con datos de investigaciones de otros lugares del país e indagar en cómo se produce la música en nuestra ciudad; desde un punto de vista de la música que podríamos llamar música popular urbana. Es un poco difícil encasillar porque no es sólo rock, incluye variantes como el blues, el jazz, el folclore fusión, el rap. En todos esos géneros nos fuimos moviendo para indagar en estas historias de vida de músicos que tienen edades muy diversas, trayectorias muy diversas, que tocaron en Paraná en los ’60, ’70, ’80, ’90, en el 2000 y viendo un poco qué pasa y que pasó, qué sucede hoy, qué sucedía antes, qué no, cuáles son las trayectorias que se van dando en la escena musical local.
–¿Cuáles fueron los ejes de análisis que surgieron a partir de esas preguntas?
–Un primer eje de análisis tiene que ver con el aprendizaje: el primer contacto con la música, no tanto cómo se forman los músicos en tanto profesionales artistas sino cómo llegan a la creatividad artística que tiene que ver con un contexto sociológico cultural, con la escuela, con la familia. Por otro lado estudiamos el tema de las tecnologías, cómo se conectan los músicos con la tecnología, tanto la tecnología de consumo como el equipo de música, el MP3, Spotify hoy por ejemplo, o las tecnologías de producción, los instrumentos musicales, las consolas, las tecnologías de grabación, etc. Por otro lado, estudiamos el rol que ocupan las mujeres en la escena local, porque nos parecía un tema muy del presente y que estaba bueno también indagar. Es una investigación exploratoria, ya que no llegamos a conclusiones generalizables sino que hicimos una especie de primera aproximación y también estudiamos las prácticas autogestivas de los músicos de la ciudad de Paraná, que nos parecía que era un tema muy importante porque aparecía todo el tiempo en las propias historias de vida y los discursos de los músicos que entrevistamos.
-Esa escena atravesada constantemente por la autogestión, por generar los espacios, generar sus propias producciones, generar todo, ¿el músico paraense tiene que generarlo?
–Es una característica propia, en realidad, de la música independiente a nivel nacional que en las ciudades del interior del país se da con más fuerza, porque hay menos estructuras de medios. Por la propia característica de nuestro país, donde la gran producción cultural está en Buenos Aires, a nivel de medios de comunicación, de industrias culturales y demás. En el caso de nuestra ciudad, lo que encontramos es que, en realidad, la autogestión es una condición autoimpuesta por los músicos porque no tienen otra forma de organización que les permita desarrollar sus actividades de forma sustentable en el tiempo y sostenible, entonces básicamente, se las arreglan. A lo largo del tiempo se ha ido afianzando esa forma que también es una ética de producción en un punto, es una forma que no solamente tiene que ver con la urbanización sino con principios políticos, éticos, que hacen a la actividad musical. Luego se transforman en fortalezas, pero en un principio las prácticas de autogestión están basadas en carencias.
–En relación a lo que decís, ¿la autogestión en los músicos y las músicas paranaenses sería una cuestión de no tener otra alternativa, más que levantar la abndera de lo autogestivo?
–Estamos en un país muy centralista, como decía antes, entonces la proporción de sellos discográficos, por ejemplo, que hay fuera de Buenos Aires, es mínima en relación a los que están en Buenos Aires, contando incluso los independientes. O sea hay mucha estructura de producción concentrada en Buenos Aires y muy poca en el resto del país, incluso estudios muy recientes marcan que Rosario, Córdoba y Mendoza también tienen muy poco sellos discográficos. O sea no es un problema de que nuestra ciudad sea muy chica, sino que el país, a nivel estructural, es muy centralista en la producción mediática y eso hace que no existan posibilidades. Un problema muy de Paraná, que en otras ciudades del interior no existe, es el problema de los espacios para tocar que también tiene que ver con la autogestión. Paraná tiene muy pocos escenarios privados o independientes que se sostengan en el tiempo, más bien lo que pasa es que abre un local en un bar, en un espacio con un pequeño escenario que dura un par de años, se les cae la habilitación, los vecinos no quieren que hagan música, no tienen dinero para acustizar la sala, la cierran y abre otra en otro lugar. Eso hace que oscile mucho la oferta de salas culturales por fuera de las estatales. Hay una oferta de salas estatales pero la escena no se puede basar solamente en esas salas estatales, tiene que haber otro tipo de oferta de sala cultural que permita generar un circuito económico a los músicos y sostenerse en el tiempo.
–Entre las declaraciones que realizaron en las entrevistas en profundidad que forman parte del proyecto, ustedes se referían al modo artesanal, a pulmón, amateur, por amor al arte, ¿hay dentro de esta escena paraense músicos que viven exclusivamente de hacer música, o el mayor porcentaje sí o sí tiene otra actividad para sostenerse económicamente?
–Yo diría que sí, que hay músicos que viven de la música. Nosotros lo que encontramos es que hay muchos músicos que viven de actividades musicales, que no necesariamente son tocar ni vender discos que sería el ideal de muchos de ellos y de ellas, pero sí actividades musicales que son conexas. Algunos hacen docencia en música, otros reparan equipos musicales, por ejemplo; algunos son técnicos de sonido y tienen un pequeño estudio donde graban a otros músicos, incluso uno de los músicos que entrevistamos, por ejemplo, toca como músico de la banda estable de la Fuerza Aérea Argentina, pero además hace rock, entonces tiene como un doble trabajo como músico ejecutante de un mismo instrumento pero en dos escenas totalmente diferentes. Todos esos trabajos hacen a la actividad musical, desde nuestra mirada, que tiene que ver con la gestión cultural y de comprender el campo de la producción artística y cultural mas allá de la propia música. Hay que desmitificar esos idearios de que el pintor solamente pinta, el teatrero solamente actúa, o que el músico solamente toca, hay trabajos que están muy vinculados y desde mi punto de vista al menos, habiendo manejado esta investigación, me parece que es positivo ver a creadores que están trabajando dentro de la disciplina aunque no solamente hagan lo prototípico para esa disciplina, o sea no es que trabajan en otra cosa que no tiene nada que ver, sino que se manejan dentro de ese ámbito .
–Decías, Román, que no hay antecedentes en la ciudad de Paraná respecto a investigaciones de este tipo, ¿cómo tomaron, en general, los músicos y las artistas, ser objetos de una investigación?
–Bien, bien porque sabiendo que no había estudios desde las Ciencias Sociales de la escena musical en nuestra ciudad, nosotros apuntamos a indagar las historias de vida que es una forma de acercarse a este objeto de estudio como decías, sin objetivar tanto, o sea tiene que ver con lo subjetivo, con cómo uno experimentó esa trayectoria. Las entrevistas eran bastante largas, eran de más de una hora en cada caso y eran entrevistas semi estructuradas, es decir, que no había una lista de preguntas ya establecidas, sino que íbamos conversando sobre diferentes aspectos de la vida de cada músico y eso iba llevando a otros temas. En general, lo tomaron todos muy bien, con muy buena disposición. Yo rescato muchísimo lo enriquecedor que fue, porque conocimos historias de lo más variopintas, algunas graciosas, otras tristes, otras interesantes. Cosas que no sabíamos de la escena local que incluso pasan hoy por hoy y que nos han sorprendido mucho en el trayecto. Hay mucha tela para cortar también porque siempre estos proyectos son acotados y a uno le queda ganas de seguir y seguir y un poco es la idea, pero los tiempos son tiranos.
–En el medio hay algo inetresante que fue este proceso de la pandemia como señalaba Román Mayorá al principio de esta entrevista, estos diálogos fueron entre el 2018 y 2019, previo a todo el tema de la pandemia, ¿se hubiera cambiado el enfoque de la investigación?
–Es probable, es contra fáctico también. Hay algunos problemas que son estructurales de la ciudad, que no tienen que ver con la pandemia, el problema de los espacios es un problema gravísimo porque tiene que ver con la falta de una política activa a nivel estatal para que las salas privadas se puedan generar, es decir, no hacen falta más salas estatales, hace falta que el estado genere las condiciones para que a los privados le resulte atractivo invertir en salas privadas.
–¿Eso ocurre en otros lugares del país?
–Sí, hay legislaciones específicas. En Paraná, históricamente las salas de arte, sobre todo las de música –no tanto con el teatro que tiene otras características–, terminan cayendo en la parte de habilitaciones de locales bailables y no hay comparación por un montón de razones que sería demasiado largo de explicar; pero hay razones económicas, culturales, sociales, estructurales por las cuales un lugar que programa música en vivo no puede habilitarse como un local bailable o como un simple bar con un escenario. Hace falta promover una legislación específica. Ya hubo intentos y han quedado medio en los cajones, pero hace falta promover y más que promover la legislación, promover políticas activas que permitan que se instalen salas y que perduren en el tiempo. Esa es una de las claves de la escena local, que no tiene que ver con la pandemia, que obviamente la pandemia lo agravó, pero que ya estaba presente porque en las entrevistas sale todo el tiempo esa carencia de espacios para tocar que además no siempre fue así. Entrevistamos a músicos que tenían bandas en la década del `60 y en esa década, hasta la dictadura, hubo un circuito de salas en Paraná, de lugares, clubes, escuelas que programaban recitales en forma corriente, no una vez al año para el día del estudiante; se abrían de forma corriente escuelas privadas, escuelas públicas, clubes, pequeñas salas, bares para que las bandas locales toquen. Es decir, que hubo una escena con un circuito de lugares para tocar mucho más variado y más rico que ahora, eso es un dato importante que me parece que trasciende lo que la pandemia pudo haber hecho con ello, que sin dudas hizo un montón de estragos pero que ya estaba presente previamente porque aparecen en las entrevistas que hicimos justo antes.
–¿De qué se trata esto del PID y de proyectos novel? ¿Qué características hay que tener para presentarse?
–Los proyectos de investigación de la universidad son el PID y el Novel, son dos líneas muy similares, lo que cambia es la cantidad del tiempo durante la cual se ejecutan, el presupuesto es diferente, la cantidad de docentes que tiene que participar. El novel tiene menos requisitos. El nuestro fue un proyecto novel, cuenta con un docente más experimentado que oficia de asesor del proyecto para hacer un seguimiento del trabajo. Son proyectos de investigación, habitualmente en Ciencias Sociales en nuestra facultad, pero las mismas líneas se aplican en todo el resto de la universidad , o sea que hay diferentes líneas de trabajo y suelen dar como resultado no solamente un informe final como en el caso nuestro que charlamos antes, sino que además se suelen hacer publicaciones, papers en revistas académicas, presentaciones en congresos y demás que permite conectar esta producción de saber que se hace dentro de la universidad con una especie de comunidad de diálogo más ampliada.
–De este proyecto, ¿quedan temas a abordar en una próxima investigación? ¿Tienen establecido ya los pasos a seguir en este sentido?
–Sí, un poco el objetivo de esta investigación era hacer una primera exploración, o sea que sí hay muchas líneas por trabajar, entre otras cosas porque entrevistamos sólo a 14 músicos y obviamente hay muchos más en la ciudad. No entrevistamos, por ejemplo, a dueños de estudios de grabación, no entrevistamos a gente que se ocupa de vender discos, aunque muchas de esas informaciones aparecían por ejemplo. Breyer es una casa disquera muy tradicional de Paraná y aparece gente que dice «yo compré mi primer cassette en tal lugar». Algunas ya no existen también, todo eso quedó pendiente. Hay muchas cosas por indagar.
–¿Plantean continuarlo?
–Sí , obviamente desde el punto de vista de la gestión cultural, conocer los sectores culturales sobre los cuales se gestiona es básico. Saber cómo es cada sector y qué características tiene. Así es que sí, nos lo planteamos.