Especies de la fauna ictícola autóctona en remisión

La población de peces del Paraná, está en jaque por la bajante y terraplenes. Un docente e investigador advirtió que el pacú, el manguruyú, y el Pirá pitá están en riesgo ya que necesitan más agua para reproducirse a mayor escala.

Con una bajante histórica que dejó el delta del río Paraná irreconocible, el decano de la Facultad de Bioquímica de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y ex director del Acuario lanzó una dura advertencia: “Hay especies de la fauna ictícola autóctona que ya están en remisión, como el pacú, el manguruyú desde Rosario al sur no se encuentran y el Pirá pitá (salmón de río) por la pesca. Por el uso del suelo no llegan a su alimento que son frutos de la isla. No están en extinción pero se verán afectadas como las rayas gigantes de río”.

Sciara es decano de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR, además de docente e investigador. Como director del Acuario del Río Paraná tuvo un rol central en la investigación de la fauna autóctona del río, que aún sigue en desarrollo con un equipo de científicos.

Allí, funciona un laboratorio mixto de biotecnología acuática; lo que implica que en zona norte funcione un centro científico, tecnológico y educativo. Para el experto la mortandad de peces que se registran en diferentes zonas de Santa Fe, resulta una problemática multivariable con aspectos naturales pero otros en los que incidió la conducta humana.

Verano e invierno

“Existen dos procesos en el Paraná. En invierno y verano por las temperaturas pero coincide cuando hay bajantes significativas y los peces tienen menos agua para llegar a lugares con condiciones más aptas. Con el calor disminuye la concentración de oxígeno en el agua y la bajante con un metabolismo elevado en menos volumen se le suma la carga de microorganismos que también consumen oxígeno”, explicó Sciara.

Pero a esos fenómenos medidos en ciclos y registros históricos en los archivos hay que sumarle la descarga al río de fertilizantes y efluentes cloacales e industriales.

“Los peces se quedan sin oxígeno con un metabolismo más alto. Algo similar pasa en invierno. Afecta en condiciones normales, pero cuando se rehabilita el río con una crecida se recuperan las poblaciones más rápido. Ahora llevamos más de dos años con una bajante extrema notoria que complica mucho la situación”, apuntó el académico.

Tras haberse considerado a nivel mundial al Paraná y sus marcas en descenso permanente como una de las catástrofes climáticas más importantes del planeta empujados por el calentamiento y la desforestación. A ello se le deben agregar los flujos de agua que descargan desde el norte de Brasil y Perú en nuestra zona y el efecto de la Niña (sequía) su influencia en la temperatura de los océanos y el uso intensivo de la tierra. En Sudamérica también se la observa por la modificación del suelo para fines agrícolas y ganaderos, lo que impacta en menor retención del agua y evaporación.

Pero para hacer foco en la realidad regional, Sciara puso ejemplos de cómo todos estos impactos se dan en el delta en forma directa. “Sabemos que no hay políticas activas a nivel de gobiernos locales, provinciales y nacionales, no existe una coordinación en décadas y un plan par ordenar el uso del suelo y proteger el ambiente para darle un uso sustentable”, enumeró.

Un caso paradigmático es la quema indiscriminada y a gran escala de los pastizales del humedal de los últimos dos años. A ello se le agrega la modificación de la topografía; construcción de diques, taludes, terraplentes para la producción de cultivos y ganadería. “Es la muerte del humedal porque estos riachos y arroyos cuando se da la crecida, ingresa el agua y abastece a las lagunas donde la mayoría de las especies migratorias como el surubí, pacú, dorado, maguruyú, boga genera el crecimiento a gran escala de sus poblaciones.

Si se corta el acceso al flujo de agua directamente estamos matando la posibilidad para que se recuperen en el futuro. Y viene ocurriendo en el sur del delta y cada vez más hacia el norte”, detalló Sciara para alertar: “Son cuestiones que generan cambios reales. A eso, se le suman la contaminación por los plásticos, desechos industriales, la navegación, e hidrovía. Es tiempo de abordar en forma integral esta problemática”.

Déficit

A modo de pronóstico o proyección por la incidencia de todos estos factores, el ex director del Acuario admitió que habrá “un déficit” en las especies acuáticas de captura para el consumo humano. “La última gran inundación fue en 2015, es decir 7 años atrás sin reclutamiento de poblaciones en forma masiva. Se está pescando la población de hace 7 años atrás y a ello se le suma que los peces pequeños se ven afectados por la quema de pastizales y el uso del suelo, en un contexto de bajante”.

La Facultad de Bioquímica junto al Laboratorio del Acuario están realizando un profundo estudio de biodiversidad, comparando lagunas quemadas y sanas para evaluar el impacto.

“Hay especies que ya están en remisión como el pacú y el manguruyú. De Rosario al sur ya no se encuentran o están en forma esporádica. Otro en riesgo es el Pirá Pitá, afectado por la pesca y porque comen frutos de la isla que caen al agua. Al reducirse las especies vegetales por el uso del suelo tienen menos acceso a su alimento. No entraron en extinción pero sí se van a afectar. También las rayas de río, muy significativas desde lo biológico, por se familia de los tiburones; resultan muy vulnerables y aquí tenemos la raya de río más grande del planeta”, recordó.

Por último, Sciara valoró la creciente conciencia ambiental que se ve reflejada en organizaciones “verdes” que luchan por sostener el ecosistema y contra las prácticas no sustentables.

Fuente: El Once

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