El neurólogo de la UNR Claudio Aldaz afirma que los trastornos del sueño se agravaron durante la pandemia y pospandemia y afectaron el ritmo circadiano.
El insomnio y las apneas son los trastornos del sueño más frecuentes que sufre la población y se agravaron durante la pandemia y la pospandemia. Estos afectan no sólo la calidad del descanso sino también la actividad durante la vigilia.
“El insomnio está muy relacionado al estado emocional y se desata por algo puntual, una crisis de pareja, económica, laboral, de familia, una mudanza, que se reconoce como el inicio del problema”, afirma el neurólogo de la UNR Claudio Aldaz y resalta que la pandemia fue un agravante.
“Los pacientes nos cuentan lo que sufrieron en la cuarentena, cómo se desorganizó el día y la noche”, dice. Estos problemas del ciclo de sueño y vigilia, llamados “trastornos del ritmo circadiano” aparecen cuando el reloj interno del cuerpo, que indica el momento de dormir o de estar despiertos, no está sincronizado con el entorno.
Aquí aparece el retardo de fase de sueño que se da en personas que duermen bien pero con los horarios corridos: no pueden hacerlo antes de las 5 de la mañana y luego se despiertan al mediodía. Y por otro lado, está el avance de fase que consiste en dormir a las 20 horas, por ejemplo, y despertarse a las 4 de la madrugada. El problema surge cuando esta conducta se vuelve crónica y es difícil volver al ritmo normal.
En estos casos, el tratamiento es la cronoterapia o terapia de las horas que consiste en planificar de manera ficticia jornadas de 27 horas. La persona debe avanzar su fase de sueño tres horas por día y dar toda la vuelta hasta llegar al mejor horario.
Otro problema es la hipersomnia cuyo emblema es la narcolepsia, una somnolencia extrema durante el día y ataques repentinos de sueño. Las personas que la padecen tienen dificultades para mantenerse despiertos durante períodos largos, sin importar las circunstancias. Por ejemplo: un profesor que mientras está dando clases se duerme o un cura cuando celebra la misa.
También está la apnea que sucede cuando se interrumpe la respiración regular durante el sueño y son comunes los ronquidos. Esta es una patología muy frecuente y se calcula que la padece el 4% de la población. En algunos casos el tratamiento puede ser quirúrgico de la vía aérea superior pero la mayoría lo corrige con el uso de Cpap (continuous positive airway pressure/ presión positiva continua en la vía aérea). Se trata de un dispositivo que proporciona aire a una presión lo suficientemente alta como para evitar que las vías respiratorias colapsen. El equipo se prueba en el consultorio, se ajusta la presión adecuada y se indica para usar toda la noche.
“Un paciente que hace muchas apneas de noche ya se levanta mal. Le duele la cabeza, se siente embotado, le cuesta mantener la atención, tiene que poner más esfuerzo para seguir su rutina, sufre cambios en el humor, está irritable todo el día, se enoja por cualquier cosa, puede sufrir depresión e hipertensión”, detalla el profesional y resalta que si corrige las apneas va a dormir bien toda la noche, se va levantar con pilas, va rendir más en su trabajo, en su estudio, se va sentir mucho mejor y además hará prevención de otras patologías más graves que pueden surgir.
La higiene del sueño
Según explica el Dr. Aldaz, existen tres casusas que desencadenan estos trastornos: los factores predisponentes que trae cada persona, los que lo precipitan que puede ser un hecho puntual y los que lo perpetúan y lo hacen crónico. Sobre estos últimos trabaja la medicina del sueño.
El primer estudio que se realiza es la polisomnografía, un examen que registra ciertas funciones corporales a medida que uno duerme. “El paciente viene a dormir una noche al consultorio y lo monitoreamos para confirmar o descartar el diagnóstico”. En base a esto se decide el tratamiento, qué camino tomar. Este no es sólo farmacológico, hay casos en los que se receta el soporte ventilatorio para corregir las apneas. Otros necesitan psicoterapia cognitiva conductal del sueño que comienza con un módulo de diez sesiones.
“Hay personas que sin quererlo juegan a favor del insomnio”, afirma el especialista, es decir que tienen una conducta que arraiga el problema y lo empeora. A estos pacientes “lo primero que le indicamos es que haga la mejor higiene del sueño posible”, expresa. Se trata de los diez mandamientos, entre ellos: mantener un horario regular para dormir, reducir el consumo de cafeína, realizar ejercicio a la hora adecuada, evitar mirar el reloj, usar rituales relajantes a la hora de dormir y aprender a crear un ambiente que estimule el sueño.
En principio se aconseja realizar un autoexamen para evaluar qué se hace mal o qué no se hace y poder corregirlo. “A veces pretenden cumplir todo a rajatabla y se cansan en pocos días, por eso les decimos que tomen dos o tres cosas que crean que pueden cambiar y la mantengan”, explica y aclara que los insomnios no se mejoran rápidamente, es poco a poco.
El reloj biológico
El reloj biológico se va modificando con el paso del tiempo. El recién nacido come y duerme. En general, el niño pequeño logra una estructura de sueño nocturno, hace una siesta a media mañana y otra a la tarde. Después pierde la siesta de la mañana, en algunos casos se queda con la de la tarde y a la noche hace un sueño prolongado, que puede ser de hasta 10 horas.
Luego viene la etapa escolar. “Estamos inmersos en un ritmo que no le da mucha importancia a las horas”, afirma el Dr. Aldaz y ejemplifica que en la mayoría de las casas a las 6 de la mañana ya hay movimiento para bañarse, desayunar, ir a la escuela, llegar impecables, lúcidos y con la atención puesta a las 7.30 horas, lo que considera muy estricto para un chico.
En cuanto a los adolescentes y adultos jóvenes expresa que tienen una gran plasticidad con el sueño. “Salen de noche, vuelven a las 8 de la mañana, se acuestan, duermen hasta las 3 de la tarde y se recuperan fácilmente”. Los problemas vienen cuando la plasticidad se pierde, por ejemplo en los adultos jóvenes. Y el anciano ya tiene otro ritmo, se duerme y se despierta temprano, con varias interrupciones del sueño durante la noche.
El neurólogo sostiene que “el buen dormir” está en un rango amplio de no menos de 5 horas y no más de 10. Y aclara que las horas perdidas no se recuperan en su totalidad. “Si le quitamos tres horas al sueño en un mes, perdimos 90 horas y cuando nos dispongamos a realizar un sueño de reparación, podremos recuperar algo pero nunca esa cantidad de tiempo”.
Sobre la siesta, “es un sueño opcional, ni bueno ni malo”, más habitual en pueblos y pequeñas localidades que en grandes ciudades. Si bien fue denostada durante mucho tiempo como “una pérdida de tiempo” o “para vagos”, actualmente está comprobado que muchas personas rinden más en su trabajo si hacen una pequeña siesta.
El Dr. Claudio Aldaz es neurólogo egresado de la Universidad Nacional de Rosario, diplomado en Trastornos del Sueño y la Vigilia en la Universidad de Montpellier (Francia).Es profesor adjunto de Neurología en la Escuela de Fonoaudiología de la Facultad de Ciencias Médicas y Presidente de la Asociación Argentina de Medicina del Sueño.
Periodista: Victoria Arrabal/Fotógrafa: Camila Casero
Fuente: Universidad Nacional de Rosario