l carnaval es una de las expresiones populares más antiguas de nuestra cultura y envuelve diversas significaciones. En el siglo XIX trascendió como fiesta de los sectores plebeyos para tomar luego la forma de bailes, orquestas, comparsas, y jolgorios. Desde 2010 en Argentina se restituyeron los feriados de carnaval −prohibidos durante la dictadura− para poner en valor su espíritu y celebración.
La historia del carnaval y su nombre se remontan a la Edad Media. Así lo narró a UNER Medios Melisa Busaniche, licenciada y profesora en Comunicación Social por la UNER y embajadora cultural salteña en Santa Fe. “Esta festividad se inscribe en un calendario festivo-religioso cuyas raíces coinciden con las celebradas por los griegos en honor a Cronos y Dionisio, y por los romanos que honraban a Saturno”, explicó.
También especificó que “en Abya Yala−Latinoamérica actualmente− la fecha coincide con las festividades agrarias o los ritos de pueblos originarios y se fue adaptando a las diferentes regiones, tradiciones y costumbres”. Agradar a sus dioses y propiciar el éxito de eventos naturales con música y danza, fue lo que movilizaba a las celebraciones comunitarias en la mayoría de los pueblos de la humanidad.
Busaniche, que abordó este tema en su tesis de grado, comentó que durante el tiempo de carnaval se borran “las distinciones de lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido, lo legal y lo ilegal, lo correcto y lo incorrecto políticamente”. Así, “el ritual opera como amortiguador cultural, a modo de terapia psicológica colectiva, de tensiones, conflictos y enfrentamientos sociales, económicos, laborales, familiares, entre otros”. Por esto, esclareció, “el carnaval carece de nacionalidad, nadie puede apropiarse de él”.
El carnaval en Entre Ríos
Aldana del Mestre es docente de la Facultad de Ciencias de la Educación y forma parte del equipo de investigación de la Biblioteca Pedro Lemebel, que aborda la historia del carnaval en Paraná. En diálogo con UNER Medios relató que no se puede establecer un momento exacto que diera origen a los festejos en la capital entrerriana: “En la época de Urquiza, alrededor de 1800, se prohibieron las expresiones carnavalescas populares en las calles, si bien el entonces gobernador organizaba bailes para gente de determinado rango social”. En este sentido, explica que “si hay documentos que prohibían los carnavales en esos años, quiere decir que existían desde antes”.
Del Mestre, que también es licenciada en Relaciones Públicas, técnica en Gestión Cultural y bailarina de El carnaval del Sol, explicó que si bien cada ciudad de Entre Ríos experimenta esta fiesta de diversas maneras, a toda la provincia “la atraviesa la matriz guaraní”. La fiesta, así, irrumpe en nuestra contemporaneidad para revivir la tradición de la cultura en que “se pintaban el rostro, se ponían plumas, se adornaban el cuerpo y marchaban hacia ‘la tierra sin mal’ una vez al año, sin ser castigados o reprimidos por sus creencias”.
Para la docente, la importancia de la fecha tiene que ver “con lo que la gente siente como propio de esta expresión popular”. El rito que envuelve el carnaval, sostuvo, “nos permite mantener vivas nuestras raíces, la expresión de alegría y de libertad de cada pueblo”. Aún así, no descartó todo lo que se construye “alrededor de la industria cultural del carnaval, que sin duda tiene mucha importancia a nivel turístico y como fenómeno cultural”.
Por esta razón, del Mestre remarcó la relevancia de preservar la identidad local y la historia de estos eventos “desde un lugar consciente, porque si no conocemos nuestras raíces es muy difícil poder afianzarnos en la actualidad y avanzar sin saber hacia dónde”. Al respecto, también comentó que hay una relación entre el carnaval y “las murgas humorísticas, que nos caracterizan hace muchos años y fueron la mayor expresión de nuestra identidad”. Según la investigadora, revisten un trabajo en torno a la sustentabilidad y el reciclado que se manifestaba en las vestimentas características.
La Escuela de carnaval de El Sol
El equipo de investigación que integra del Mestre se desarrolla en el marco de la Biblioteca Pedro Lemebel del barrio El Sol, que se fundó en 2015. Allí, el grupo conformó la Escuela de Carnaval, cuyo propósito es construir memoria y patrimonio en la expresión popular y activa de las artes en torno a esa festividad.
Desde sus inicios, las fiestas populares carnavalescas resonaban en la Biblioteca. De hecho, la primera actividad que se realizó fue un taller de mascaritas para las infancias. “A partir de ahí comenzamos a hacer plástica, reciclado y trabajábamos la identidad carnavalera de la ciudad, las murgas humorísticas”, describió la investigadora. A lo largo de los años se fueron desplegando distintas actividades que tenían como protagonistas principalmente a las niñeces y de las cuales nació, en 2016, la comparsa infantil Maripositas.
Ya con la incorporación de personas adultas y la conformación de El carnaval de El Sol, durante el confinamiento por emergencia sanitaria en 2021, se decidió hacer un recorrido por las inmediaciones de la Biblioteca, para que vecinas y vecinos puedan disfrutar de la comparsa a través de sus ventanas, sin salir de sus casas. A partir de esa actividad y de la positiva devolución de la comunidad, “la vuelta al barrio” −nombre que adoptó− se convirtió en un evento anual.
Este tipo de iniciativas reafirma la mirada de Melisa Busaniche. Para ella, “la globalización, la modernidad y su lógica de la racionalidad y el mercado no ganaron completamente la batalla a la cultura popular. Transformado, reactivado, influenciado o recuperado el carnaval de nuestros días resiste, como lo ha hecho durante siglos, los embates de la urbanización, la secularización y las agresiones de las fuerzas que transmiten la uniformidad cultural”. Citando las palabras de Alicia Martin, la entrevistada retoma que “el carnaval hace posible vivir los sueños, soñar la vida (…) El carnaval propone un tiempo sin devenir y un lugar en ninguna parte”.
Fuente: UNER mdios