Ansiedad, un mal de época

Facundo Corvalán, psicólogo y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, explicó qué es, cómo se origina, y de qué manera podemos detectar la ansiedad para poder trabajarla. Esta afección constituye la segunda causa más discapacitante en América Latina.

Hace tiempo que es común hablar del exceso de ansiedad como un problema de nuestra época que provoca diversas consecuencias en las personas que la sufren. En diálogo con Argentina Investiga, el psicólogo de la UNR Facundo Corvalán explicó en qué consiste y cómo detectarla para poder trabajarla.

Es muy importante, en primer término, sentar las bases para dialogar sobre los desafíos de la salud mental y poner en agenda este tema. “Es necesario reconocer que existen diversos estados emocionales, como la ansiedad, que pueden llegar a obstaculizar de manera directa o indirecta actividades que forman parte de nuestra vida cotidiana”, señaló Corvalán.

El investigador destacó que el desafío de la salud mental es darse cuenta de que hay dolencias que no se expresan de manera tan evidente como otras, para poder trabajar sobre ellas. “Estamos hablando de expresiones que se vinculan con sensaciones de tristeza, miedo, angustias, que impactan en el cuerpo pero quizás de un modo no tan directo o manifiesto como otras afecciones”.

La ansiedad es un estado emocional que forma parte del ser humano y evolutivamente funciona como un mecanismo de subsistencia ya que es una invitación a accionar. “El problema es cuando los niveles de ansiedad interrumpen con frecuencia otras funciones humanas y cuando producen un padecimiento excesivo, es decir: no permite descansar, comer bien, o disfrutar de un momento. La ansiedad puede entenderse así: una invitación a tener reacciones, de tal manera que su insistencia genera un estado de incomodidad permanente; se tiene que accionar con urgencia sin causas definidas”.

En este sentido, Corvalán señaló que estos Síntomas o expresiones son un llamado de atención que tenemos que tener en cuenta para mejorar la calidad de vida. “Se presentan dificultades para disfrutar de actividades diarias, por ejemplo, estás conversando con alguien y la concentración está difuminada en anticipaciones, te preparás para descansar y muchas ideas se vienen a la mente, por lo general, negativas. Es un estado de premoniciones y alarmas continuas”.

El docente advirtió que la sociedad actual está inmersa en un sistema de presiones de diferente índole, en donde hay invitaciones continuas a estar accionando, lo que provoca la sensación de inestabilidad e inseguridad. A veces esto se manifiesta en altos niveles de autoexigencia. “En nuestra región latinoamericana, según estudios epidemiológicos de salud mental, los trastornos de ansiedad constituyen la segunda causa más discapacitante. Entonces, la ansiedad también está vinculada a una cultura y a un momento histórico, donde las autoexigencias y las crisis forman parte del ritmo cotidiano; hay demandas económicas, estéticas, morales que, incluso, impactan de manera diferente en cada género”.

A todo esto hay que sumarle cuestiones específicas de la coyuntura, como por ejemplo la incertidumbre que produce la inseguridad o la violencia en sus distintos modos. “Eso hace que uno viva en estado de alarma sostenido. Esto se termina volviendo intolerable, porque un organismo no está preparado para estar continuamente habitando el riesgo de no accionar. Puede ser la inseguridad de quedarse sin trabajo, de que te roben, de perder un ser querido, de no cumplir un mandato social, etcétera.”.

Entonces, puede afirmarse que en la actualidad estamos en una sociedad ansiógena, en la cual las personas viven en estado de aviso constante, de temores, y de querer estar siempre en otro espacio y en otro tiempo. “Esto va denigrando las oportunidades de bienestar. Esa sensación de querer estar siempre en otro lado es una metáfora muy clara de la ansiedad. El estar anticipándose con irritación frecuentemente se vuelve un hábito de pensamiento. Es intentar habitar un futuro sin transcurrir el presente”.

En ocasiones, la ansiedad nos prepara para algo negativo que pueda pasar, porque buscamos anticiparnos a los hechos pero vinculados al temor. “Lo que pasa es que este estado emocional no aparece con un objeto determinado o una situación específica. Miedo puedo tener a algo específico, como por ejemplo a las arañas, pero en la ansiedad parece algo generalizado: no sé qué va a pasar pero me anticipo a que no va a ser tan bueno”.

Síntomas comunes que muchas veces no detectamos

Manifestaciones como los ataques de pánico se han vuelto moneda corriente, al punto que la mayoría de las personas tiene al menos una breve noción de lo que se trata. “Está vinculado a la ansiedad, son estados emocionales descontrolados y displacenteros. Dificultades al respirar, sudoración, aumento del pulso cardíaco, entre otros síntomas. El cuerpo se encuentra atravesado por la alarma y el sufrimiento”.

La red de síntomas asociados se vincula a diferentes funciones humanas; puede implicar trastornos de sueño, sexuales, digestivos e incluso, consumos varios. “No podemos descansar bien si el cuerpo se mantiene en tensión incesantemente, tampoco se dispone bien para la digestión o para la vida sexual. La ansiedad no es buena compañera de ninguna situación placentera. Miremos también al tránsito y el vértigo de las ciudades, esperar es un imposible para muchas personas. También analicemos la infancia, esta se ha constituido en un campo fértil donde se expresan conductas y comportamientos en clave de ansiedad”.

La ansiedad desmedida y sus síntomas vinculados eran propiedad del mundo de los adultos pero, al estar configurada de esta manera la sociedad, ha alterado el modo en cómo desde la infancia se participa de los espacios y en cómo la educamos. “El movimiento forma parte de la infancia y es necesario. El problema está cuando es un movimiento que no está acompañado de ningún control, ni de ningún sentido. En esta instancia se le dificulta al niño o a la niña participar de actividades, sea un espacio escolar o en un espacio de juegos. La atención y los límites se vuelven un gran desafío. Vemos que la infancia tiene una sensibilidad evidente para reproducir rápidamente lo que nos ocurre como sociedad”.

La autoexigencia y su expresión en la ansiedad es un factor que está presente en todas las edades, y cada vez personas más jóvenes presentan problemas relacionados con ella. “Hay que reconocer que hay diferentes niveles de ansiedad. En la medida en que uno pueda ir reconociendo, controlando y trabajando con diferentes herramientas estas sensaciones, las estrategias a implementar son diferentes. A veces con reconocer ciertos hábitos de vida alcanza, pero cuando la ansiedad adquiere niveles de sufrimiento que obstaculizan en forma sistemática momentos importantes de la vida, es necesario recurrir a profesionales”.

Ansiedad y redes sociales: una ecuación compleja

La ayuda de un profesional es clave porque permite llevar adelante un proceso para poder resignificar los niveles de autoexigencia, construir rutinas más saludables. También es una tarea pensar cómo utilizar de otras maneras las herramientas que forman parte de nuestra comunicación. “Las tecnologías y su oferta continua de redes sociales no son responsables automáticamente del uso que les damos. Pero hay que reconocer que están diseñadas para captar nuestra atención y para provocarnos con gran precisión.”.

Corvalán resaltó que es necesario impulsar una educación mediática centrada en cómo participar y utilizar las redes sociales. “Es importante reconocer que tienen un objetivo concreto, atrapando la atención para ofrecer, por medio de algoritmos, determinados productos y modos de vida. Se activan mecanismos de recompensas a través de los ‘likes’, generando ilusiones de aceptación y una búsqueda adictiva de más ‘me gusta’.”

La ausencia de cuidados y de escuchas en otros ámbitos, en opinión del profesional, puede incrementar esta necesidad de querer pertenecer acríticamente a un grupo, lo que conlleva a reproducir patrones requeridos para ser parte. “Puede ser peligroso que el único lugar de contención de nuestros jóvenes sean las redes sociales, en una navegación sin rumbo disociada de la mirada y el cuidado adulto. La comunidad virtual instrumentada por corporaciones contiene desde mecanismos de placer que pueden generar una necesidad de inclusión a cualquier costo”.

Fuente: Argentina Investiga

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