Un equipo de la Facultad de Ciencias Agrarias impulsa estudios genéticos para recuperar los sabores y nutrientes originales de los tomates.
Investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario estudian cómo mejorar genéticamente el tomate para hacerlo más rico, nutritivo y perdurable, recuperando así su sabor y color original.
“Tenemos una línea de investigación central dónde tratamos de entender cómo se heredan los genes que mejoran la calidad del fruto. También incorporamos estudios dónde tratamos de conocer los genes que mejoran la tolerancia del tomate a algunos fenómenos, como por ejemplo sequía. Sumamos estudios de redes neuronales en proteínas y distintos niveles del flujo de la información genética para conocer en detalle cómo llega un cultivo a expresar las características que se desean. Además tenemos otra línea que investiga genes que modifican la morfología del fruto, es decir que sea redondo, más alargado, más perita, etc.”, especificó el investigador Gustavo Rodríguez.
El grupo de Genética y Mejoramiento de Tomate de la Cátedra de Genética de la Facultad de Agrarias y del Instituto de Investigaciones en Ciencias Agrarias de Rosario (CONICET-UNR) también son conocidos popularmente con el nombre de “CodiGo TomaTe”, mediante el cual hacen un importante trabajo de vinculación, intercambio y construcción de conocimientos, con los productores y consumidores. “Tradicionalmente estudiamos la base molecular y genética para mejorar la calidad del fruto. Hacemos cruzamientos con especies silvestres para conservar e incorporar genes que se perdieron en el proceso de domesticación. El tomate es originario de la zona andina y los ancestros al tomate cultivado producen frutos de aproximadamente de un gramo pero con alta calidad nutritiva, color y sabor, pero el hombre la empezó a mejorar y fijar características propias de la producción, como por ejemplo incrementar frutos hasta el tamaño de un kilo”.
El investigador resaltó que en todo ese proceso se descuidó la característica de calidad, y por eso es necesario volver a la especies silvestres, que tienen un color rojo bien brillante y un gusto bien característico. “Nosotros hacemos cruzamientos para recuperar esos genes que le dan calidad y larga vida a estos frutos. Tratamos de lograr que el período que va desde la cosecha hasta que el fruto muere y que no es más aceptable comercialmente, sea lo más largo posible, y eso nosotros lo logramos con genes silvestres”.
Desde el 2018, el grupo de la Cátedra de Genética se empezó a vincular con los huerteros de la zona urbana y periurbana de Rosario. La relación se potenció a partir de un convenio que se firmó con la Municipalidad de Rosario. “Trabajamos con productores de la zona urbana, que básicamente quedaron en medio de la ciudad y tuvimos que transformar su producción, dejando de aplicar fitosanitarios para controlar las plagas para pasar a un sistema de producción del tipo agroecológico. Por otro lado, también con los productores del periurbano, en las zonas de Soldini, Pérez, y otros lugares ubicados en la zona norte y zona oeste de Rosario, quienes tuvieron este mismo inconveniente y tuvieron que modificar su producción”, comentó Rodríguez.
En este contexto, el equipo impulsó la idea de poder probar en estas zonas las variedades desarrolladas en el grupo de trabajo. “Tenemos inscriptos, a través de la UNR en el Instituto Nacional de Semillas (INASE), dos materiales tipo cherry. Y ahora estamos en proceso de inscripción de un tipo redondo de fruto grande. Todos brindan tomates de larga vida y de buena calidad”.
Rodriguez especificó que son variedades, es decir, “que no son híbridos, que es lo que generalmente suele sembrar el productor o agricultor en un sistema mucho más intensivo”.
En los materiales de tipo variedad o cultivar, el productor puede guardar la semilla y todos los años va a tener la misma características de fruto, mientras que en la semilla obtenidas de materiales híbridos lo que se siembra no tiene la misma las mismas características que el año anterior. “La semilla híbrida no se puede guardar porque comienzan a aparecer variaciones en las plantas tales como bajas o altas, frutos grandes y chicos. En cambio, nosotros trabajamos con cultivares que garantizan la estabilidad de ese material a lo largo de los años cuando se guarda la semilla”.
El Grupo de Genética y Mejoramiento de Tomate está integrado por los investigadores Gustavo Rodríguez, Guillermo Pratta, Javier Pereira da Costa, Vladimir Cambiaso, los becarios Paolo Cacchiarelli, Nicolas Defarge, Dana Vazquez, Franco Brulé, Federico Godoy, Valentina Goytia Bertero, Heliana Perez Marder y la estudiante Celeste Freggiaro.
Del laboratorio y el módulo experimental al territorio
Uno de los desafíos que encontraron los investigadores es que los productores son muy diversos entre sí. “Hay que manejar esa heterogeneidad porque, en realidad, ellos tienen sus propios conocimientos y nosotros los nuestros. Entonces, hay que construir un diálogo y una interacción que muchas veces es distinta con cada productor. Es un proceso de vinculación diferente a nuestro trabajo habitual dentro del laboratorio o el campo experimental”.
El docente detalló que los productores urbanos perdieron a través de los años la costumbre de cosechar tomates en sus huertas, siendo desplazado por cultivos de hoja: lechuga, acelga, rúcula, entre otros. “La mayoría comercializa en ferias y el mismo consumidor le está pidiendo otras hortalizas, entre ellas, el tomate. Ese productor perdió la costumbre de guardar su propia semilla y solía comprar semillas híbridas todos los años. Entonces, fue una costumbre o práctica que tuvimos que volver a introducir”.
Para poder revertir esta costumbre, los investigadores comenzaron a proveer plantines a los productores para que luego guarden sus semillas, con la esperanza que las reutilicen al año siguiente y así comenzar un proceso sostenido en el tiempo. “Lo logramos con algunos, pero no con todos. Nosotros no damos el sobre de semillas, llevamos el plantín para tratar que el vínculo no pase por la semilla sino que ellos logren guardar sus propias semillas para el próximo año. Pero los resultados son positivos, este año es la primera vez que empezamos la campaña y algunos nos dijeron que no necesitaban nuevos plantines porque se habían guardado las semillas”, precisó Rodríguez.
Asimismo, el equipo de CodiGo TomaTe junto a docentes y estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UNR comenzaron a trabajar con la comunidad Qom que no tenían la tradición de cultivar ni consumir tomates. Ellos, en el marco de un proyecto de Extensión a cargo de Glenda Muller recuperaron el terreno de calle Donizetti al 300 en el distrito Norte de Rosario, a la vera de las vías del tren, antes utilizado como basural, para poder producir cultivos de estación destinados al consumo propio en el barrio y la venta en ferias de la ciudad.
CodiGo TomaTe tiene un gran despliegue en redes sociales, y apuesta a que esta sea una vía de comunicación directa con la comunidad. “A partir de las redes sociales nos comunicamos con quien lo necesite y esté interesado, nos piden materiales, semillas y asesoramiento. Son una herramienta muy importante para sostener el vínculo y el intercambio con los productores y consumidores. En Instagram nos encuentran como @codigo.tomate”.
De esta manera, la Universidad Nacional de Rosario sigue impulsado un desarrollo tecnológico que hoy está siendo utilizado y adaptado por los productores de Rosario y zonas de cercanías.
Un investigación prioritaria
El equipo fue seleccionado como uno de los proyectos principales del Programa “Ciencia y Tecnología contra el hambre” del Ministerio de Ciencia de la Nación, mediante el cual continuaron con ese proceso de experimentación en Rosario, pero además, lo replicaron en Salta y en Mendoza. “En Mendoza tuvimos el problema que el cultivo de tomate está centrado en la industria y no se adaptó mucho el sistema, pero en Salta si seguimos trabajando con intensidad. Allí se evaluaron durante dos años seguidos los cultivares en sistema de producción tradicional, que es lo que hacemos generalmente en la Facultad, y en condiciones agroecológicas en campos de productores o módulos específicos para eso”.
El investigador explicó que se están terminando de procesar los datos de las últimas dos campañas y a priori hay una diferencia en cuanto cómo crecen esos cultivares en un sistema tradicional y uno agroecológico.
Además, CodiGo Tomate se presentó a la convocatoria de Convocatoria Proyectos Estratégicos para el Desarrollo Sostenible, para poder seguir potenciando esta iniciativa. “La idea es profundizar la actividad en la zona de Rosario. Este año entregamos plantines al Parque Huerta Oeste, al Bosque de los Constituyentes, y a otros productores de la zona periurbana para seguir evaluando”.
Periodista: Gonzalo J. García/Fotógrafa: Camila Casero.
Fuente: Universidad Nacional de Rosario