La posibilidad que brinda la fusión de una empresa y una universidad para desarrollar un dispositivo capaz de medir la sensibilidad de las fibras nerviosas. El camino de transformación de una investigación básica en una aplicada.
Percibimos el mundo a través de nuestros sentidos. Gracias a ellos vemos, olemos, tocamos y sentimos. Estos nos permiten experimentar nuestro entorno pero también nos alertan y nos protegen. En algunas ocasiones, perdemos el registro de lo fundamental que son para existir, como la importancia de sentir que algo nos quema para alejar la mano y evitar lastimarnos. Algo tan pequeño y vastamente extendido por nuestro cuerpo, como los nervios, son los encargados de transmitir esta información a nuestro cerebro para que se desencadene una respuesta rápida y automática.
Pero ¿qué pasaría si perdieras esa capacidad de percibir el mundo a través del tacto?. Esa es la pregunta que se hizo el investigador del Conicet, José Biurrun Manresa, junto con su equipo del Instituto de Investigación y Desarrollo de Bioingeniería de la Universidad de Entre Ríos. Por ello trabajaron para desarrollar un dispositivo que permite medir la sensibilidad de los nervios del cuerpo ante el dolor y determinar si estos pierden sensibilidad.
Las fibras que nos hacen sentir
Desde la perspectiva de la ingeniería, el cuerpo humano tiene un montón de sensores que le permiten percibir el entorno. Tenemos ojos que nos permiten capturar información visual, oídos para escuchar, olfato y gusto para experimentar nuestro entorno. Pero la piel tiene, en particular, receptores tanto para el tacto como para censar estímulos que son potencialmente peligrosos para el cuerpo. Por ejemplo, cuando tocas algo muy caliente y retiramos la mano automáticamente, esa acción no se procesa a través del sentido del tacto, aunque uno lo podría pensar así, sino que se procesa mediante el sistema sensitivo.
El sistema sensitivo es el encargado de censar, procesar y generar respuestas ante estímulos que son potencialmente peligrosos o dañinos para el cuerpo. Está compuesto por fibras nerviosas o nervios presentes en distintas partes del organismo, como en la piel y en los órganos internos. Son los que nos permiten sentir, por ejemplo, el dolor de panza o de cabeza. Porque transmiten esa información desde la periferia hasta el cerebro.
El Dr. Biurrun Manresa añade que “básicamente el cuerpo tiene un montón de sensores que están especializados en decirte, tené cuidado porque este estímulo es potencialmente peligroso y podes llegar tener un daño en alguno de los tejidos. Estos sensores son fundamentales en algunas patologías que se denominan neuropatías, que afectan este tipo de nervios. El caso más paradigmático es la neuropatía de fibras finas que se da pacientes con diabetes.”
La diabetes es una enfermedad predominantemente metabólica, una de sus consecuencias es el daño nervioso en este tipo de fibras. Casi un 50% de los pacientes con diabetes tienen lo que se denomina pérdida de sensibilidad en las extremidades, como los dedos, sienten una sensación de hormigueo, de adormecimiento, o perciben como si se les estuvieran quemando o congelando. Esto se llama “dolor neuropático”, que se produce por una alteración de las fibras nerviosas que conducen el dolor, y es un problema porque cuando estas fibras nerviosas dejan de funcionar las personas suelen no darse cuenta, esto se refleja en los pacientes que comienzan a ulcerarse las extremidades sin notarlo. El daño en los nervios, que se produce con la diabetes, no es controlable, es progresivo y no se recupera, esto se produce cada vez que hay un aumento excesivo en el nivel de azúcar.
Por ello, en estos casos se vuelve fundamental poder detectar la pérdida de la sensibilidad a medida que se va produciendo, del mismo modo que se controla el nivel de azúcar en sangre. “En un principio empezamos con una investigación básica, buscando el modo de estimular estas fibras sensibles, después terminamos derivando en un dispositivo que en principio te podría permitir medir la sensibilidad de estos nervios ante el dolor y determinar si vas teniendo una pérdida de sensibilidad progresiva.”
Medir la capacidad sensitiva
El interés por esta problemática y su trabajo en ella no comenzó en Argentina, sino mucho antes en otro país donde finalizó su doctorado y comenzó está investigación que se convirtió en un emprendimiento.
José Biurrun Manresa es biotecnológo y estaba trabajando, en el 2017, en Dinamarca en un proyecto para desarrollar un dispositivo que permitiera estimular selectivamente las fibras que transmiten el dolor hacia el cerebro. A través de este dispositivo se estimulaban particularmente estas fibras para evaluar si presentan daños, si la señal no llega al cerebro es porque hay un problema, un daño en los nervios. “Normalmente se utilizan dispositivos que son de muy alto costo, a través de láseres de neurofisiología o de neurotermodromos que activan específicamente estas fibras.”
El problema para replicar este tipo de dispositivo en el país era el capital necesario. Cuando regresó a través del programa de repatriación de investigadores RAICES, que se relanzó en el 2020, comenzó a pensar cómo podían desarrollar métodos que estimularan estas fibras de una manera alternativa.
Por ello empezaron a trabajar en conjunto con investigadores de la facultad, especializados en radiaciones no ionizantes, Silvio Laugero, Javier Adur, para evaluar potenciales alternativas para estimular altas fibras. “Una de las opciones era la estimulación por radio frecuencia que es básicamente estimulación eléctrica pero a tan alta frecuencia que se convierte en térmica. Lo bueno de una estimulación térmica es que activa selectivamente estas fibras, igual que el láser pero a un costo y complejidad exponencialmente menor. Entonces terminamos el proyecto de investigación y el resultado fue el desarrollo de una tecnología que tenía el potencial de ser protegida en términos de propiedad intelectual.”
El equipo de investigación, en conjunto con la universidad, evaluaron la factibilidad de acotar el producto. La vinculación de la facultad empresas de start up, de innovación tecnológica con componentes fuertemente científicos les permitió pensar la aplicación de su proyecto y así comenzar a producir el dispositivo en los que estaban trabajando. Estas aceleradoras de capitales, también llamadas spinoof, en conjunto con centros de investigación recuperan proyectos que están surgiendo y les brinda la posibilidad de desarrollarse como una empresa.
“El dispositivo te permite en términos generales, medir objetivamente esta sensibilidad al dolor. Hasta ese momento las herramientas eran un poco rústicas, analizaban la percepción del paciente en términos de te duele o no te duele, cuánto te duele. Las respuestas a eso suelen ser vagas y tienen mucha variabilidad, esto imposibilita tener un seguimiento cuantitativo o un indicador más certero para saber desde la parte clínica cuáles son las acciones que se deben llevar a adelante para determinar un diagnóstico o tratamiento.” El equipo también prevé que este dispositivo, además de servir para el diagnóstico de la disminución de la sensibilidad, podría aplicarse en la evaluación de la efectividad de medicamentos desarrollados por compañías farmacéuticas que buscan controlar el dolor neuropático o desarrollar fármacos que reviertan el daño de las fibras.
El camino fue sinuoso, comenzaron investigando la función nerviosa para avanzar sobre la disfunción y los modos de detectarla. El interés por esta última arista de la problemática los llevó a desarrollar un método para asistir al diagnóstico y el seguimiento de las personas que sufren de perdida de sensibilidad producto de la diabetes. Una investigación básica, sobre un mecanismo neurofisiológico, que mutó en una investigación aplicada. Dejó atrás el laboratorio como un producto con una aplicación clínica específica y así logró llegar al paciente.