Su inconfundible figura destaca entre los jeroglíficos del muro de piedra del Templo de Ramsés III en Luxor, Egipto. También resalta en coloridas cerámicas mayas, rollos japoneses, grabados holandeses, folletos políticos chinos, publicidades y películas informativas estadounidenses y esculturas veneradas como dioses en la India. El mosquito ha acompañado la historia humana, reconfigurándola una y otra vez, mucho más que cualquier otro animal en el planeta.
Según las estadísticas, “ha provocado la muerte de cerca de la mitad de todos los seres humanos que han vivido”, cuenta el canadiense Timothy C. Winegard, profesor de Historia en la Universidad Colorado Mesa (EE UU), en su libro El mosquito: La historia de la lucha de la humanidad contra su depredador más letal.
A través de las enfermedades que transmite, este pequeño insecto volador ha decidido el resultado de innumerables guerras, ha propiciado el ascenso y caída de antiguos imperios, ha paralizado y arrasado economías. Y pese a todos los avances científicos, aun siembra preocupación, provoca sufrimiento.
s precisamente lo que sucede en la actualidad en América Latina, región que está experimentando la peor epidemia de dengue en las últimas décadas. Según la Organización Panamericana de la Salud, en las 12 primeras semanas de 2024, se reportaron 3.578.414 casos -un aumento del 254% en comparación con el mismo período en 2023- y 1039 muertes.
Algunos gobiernos combaten con decisión esta enfermedad tropical transmitida por el mosquito Aedes aegypti. México, por ejemplo, apuesta por el desarrollo de fármacos antivirales, y Brasil se convirtió en el primer país del mundo en vacunar a la población para prevenir esta infección que provoca fiebre, dolores musculares y en ciertos casos hemorragias y muerte.
“El mosquito es nuestro máximo depredador”, subraya el historiador canadiense, “y a medida que aumentan las temperaturas, expande su alcance y se esparce por el planeta, transportando enfermedades que alguna vez estuvieron confinadas a los trópicos”.
Los mosquitos son irritantes y en algunos casos letales. Están en el planeta desde mucho antes que apareciéramos los seres humanos, ¿verdad?
Así es. La evidencia sugiere que los mosquitos, tal como los conocemos, surgieron hace 190 millones de años. Tuvieron como presas a los dinosaurios. En la actualidad, hay 3700 especies en el planeta. Y muy pocas, alrededor de cien, transmiten patógenos. Los mosquitos que pican son siempre las hembras. Están biológicamente programadas para ello: necesitan nuestra sangre para reproducirse, para hacer que sus larvas crezcan y maduren. Solo intentan ser buenas madres.
En su libro, afirma que estos pequeños zumbadores que no pesan más que 2,5 miligramos han sido el azote de la humanidad a lo largo de nuestra existencia. Y, sin embargo, pocos historiadores han advertido su protagonismo en la historia humana. ¿Por qué?
Mucho tiene que ver con nuestra arrogancia como especie. Nos gusta pensar que el rumbo de la historia es decidido por grandes hombres y mujeres. Alabamos a grandes conquistadores y héroes nacionales, cuando en realidad gran parte del tiempo hay factores externos que inciden en los acontecimientos históricos y que los seres humanos no podemos controlar. Por ejemplo, el cambio climático tiene un rol importante si uno ve la historia en retrospectiva.
Me sorprendió descubrir el poder que ha tenido este pequeño insecto a lo largo del tiempo, en especial, al transmitir los patógenos que provocan malaria y fiebre amarilla. Pero también el virus del dengue, del Zika o el virus del Nilo.
Nuestro conocimiento sobre el papel del mosquito en la transmisión de estas enfermedades es relativamente reciente. ¿Por qué se tardó tanto en sospechar de este insecto?
Quizás por la persistencia de la superstición. Tuvieron que surgir los microscopios y demás instrumentos para ver los patógenos en la sangre. La teoría de los gérmenes despegó en el siglo XIX con Louis Pasteur, Robert Koch y Joseph Lister. Pero no fue hasta la década de 1890 cuando desenmascaramos al mosquito. En 1897, Ronald Ross, un médico inglés del Servicio Médico Indio, demostró que el mosquito Anopheles era el vector del parásito de la malaria. Lo hizo al mismo tiempo que el médico y zoólogo italiano Giovanni Grassi demostraba la transmisión en voluntarios humanos sanos. Más tarde, en 1901, el estadounidense Walter Reed confirmó que la fiebre amarilla era transmitida por el mosquito Aedes aegypti.
Fuente: Agencia Sinc