En las últimas décadas, Argentina desarrolló políticas educativas que buscan favorecer el acceso de las juventudes en contextos rurales y de islas a la escuela secundaria. La preocupación por la extensión de la escolaridad relaciona los esfuerzos realizados por el Estado con un fuerte protagonismo de las familias. El objetivo es garantizar que las jóvenes generaciones puedan tener acceso a la escuela en los espacios rurales en los que antes no había.
Ello comienza a partir de la sanción de la Ley Nacional de Educación en 2006. Al tiempo que la educación empezó a ser considerada un derecho, la escuela fue entendida como un tránsito obligatorio hasta los 18 años, hasta culminada la escuela secundaria. Asimismo, la Ley Provincial de Educación de Entre Ríos de 2008 también identificó como una modalidad de la educación a la ruralidad. Acompañando este proceso de escolarización, se dieron transformaciones en las formas de pensar la educación por parte de la familia.
Estas legislaciones implicaron que el Estado construya escuelas en lugares donde no estaba garantizado el nivel medio, entre ellos, los espacios rurales. Esta expansión educativa provocó un cambio en la trayectoria escolar de los jóvenes moradores de esas regiones, porque antaño, sus madres y padres, tíos y tías, y abuelos, debían trasladarse a los centros urbanos cercanos para terminar su escolarización
Desde entonces, se fue construyendo a la escuela secundaria como un espacio legítimo que debe albergar a las jóvenes generaciones. Las familias tuvieron un fuerte protagonismo en la creación y el sostenimiento de estas instituciones, al mismo tiempo que se configuraban como otro espacio educativo en un sentido amplio.
Un estudio reciente analizó cómo las familias, las instituciones educativas y las políticas públicas construyen el futuro escolarizado de jóvenes rurales en el Litoral. Ideas del Litoral conversó con una de sus autoras, la Dra. María Emilia Schmuck, investigadora del Instituto de Estudios Sociales (UNER-CONICET).
Ser joven, ser rural
Desde el campo de estudios de la juventud, que se ha desarrollado mucho en América Latina, se entiende que la juventud rural en un sentido amplio, en relación y en conflicto con la variable demográfica. “La perspectiva de género y la condición territorial, entre otras, son necesarias para entender las distintas y, a veces, desiguales formas de ser jóvenes a la luz de la clase, la residencia, la sexualidad, la etnia. Todas esas aristas inciden en la construcción de identificaciones por parte de estos propios jóvenes” explicó Schmuck.
Para definir lo rural existen miles de publicaciones y reflexiones que discuten sus conceptualizaciones. En general, lo rural suele ser pensado como lo opuesto a lo urbano, y suele ser vinculado con lo atrasado en contraposición a lo moderno.
Sin embargo, “existen otros modos de analizar las múltiples implicaciones que existen entre lo rural y lo urbano y las diversas formas en que se constituye la ruralidad. No nos sirven demasiado las categorizaciones más demográficas que caracterizan las problemáticas de acuerdo a la cantidad de habitantes” agregó la investigadora.
En Entre Ríos, por ejemplo, no es lo mismo una realidad vinculada con la isla que la de aquellas comunidades que tienen una relación determinada con el río y con la entidad productiva de la pesca. Por ello, a la hora de definir la ruralidad es necesario considerar las heterogeneidades de los espacios, las características demográficas, pero también productivas, el acceso a servicios básicos y la cercanía de otras poblaciones.
Educación en y para el territorio
La educación incide fuertemente en las posibilidades de quedarse o irse de los contextos rurales. La importancia de la participación de las familias interesadas en la continuidad educativa de sus hijos e hijas suele caracterizar a las escuelas en contexto rural. Para evitar el desarraigo a temprana edad, trabajan para que el derecho a la educación se pueda garantizar en el propio lugar de origen.
De la investigación, se desprende que la participación de la familia y de la comunidad local interesada por la educación de las jóvenes generaciones permite pensar un intercambio genuino de saberes. Si ello es aprovechado por las instituciones, tiene muchas posibilidades de enriquecer los procesos de aprendizaje a la luz de las singularidades locales.
El vínculo escuela-familia genera producción de conocimientos y experiencias formativas complejas de apropiación local por parte de estas familias. Además, el trabajo en plurigrado permite el intercambio de saberes entre los estudiantes de distintas edades y con distintos niveles de formación.
No obstante, existen algunas limitaciones en estos contextos. Una de ellas es la escasa conectividad a internet que tienen las primarias y secundarias de la provincia. Ello dificulta la inclusión de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información en el aula como herramientas indispensables para formar a los jóvenes. Otras limitaciones son de tipo ambiental: precisamente, las pulverizaciones con agroquímicos cercanas a las instituciones o poblaciones, prácticas ilegales o al límite de la ley, que van directamente contra los docentes y los estudiantes. Y también el trabajo docente no es suficientemente reconocido y, en muchos casos, la infraestructura no es la adecuada para la práctica educativa cotidiana. Estas condiciones generan que se resienta la enseñanza y el aprendizaje en las zonas rurales.
Perspectiva teórica
Los resultados de la investigación fueron publicados en el artículo “Jóvenes «en la mira». Instituciones, políticas educativas y estrategias de las familias en espacios sociales rurales-isleños del litoral (Argentina)”, en la revista Foro de Educación. Fue realizado por Macarena Romero Acuña de la Universidad Nacional de Rosario y María Emilia Schmuck del Instituto de Estudios Sociales (UNER-CONICET).
La perspectiva del estudio propone diálogos entre los campos de la educación y la antropología rural. Desde un enfoque histórico-etnográfico, recupera una tradición teórica que diferencia la educación de la escolarización: la escolarización es entendida como una modalidad particular que adquieren los procesos educativos.
En su preocupación por los contextos rurales, las autoras entienden que la educación rural excede lo relacionado a la escolarización. Por ello, estudian los espacios de sociabilidad y formación que se dan al interior de las familias, las comunidades involucradas en el intercambio de saberes y, además, de las juventudes que estudian.
Para comprender la complejidad de los procesos sociales que atraviesan a les jóvenes rurales, trabajaron a partir de entrevistas, registros etnográficos y análisis bibliográfico y de archivo.