La ecóloga estadounidense Camille Parmesan fue reconocida por su trabajo pionero al demostrar cómo el cambio climático altera la distribución de las especies. Su investigación marcó un antes y un después en la ecología.
¿Puede una mariposa ser mejor indicador que un termómetro?
Esta pregunta, tan irreverente como extraña, fue la que a principios de los años 90 incitó a Camille Parmesan a dar comienzo a la investigación por la que ahora ha recibido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Cambio Climático y Ciencias del Medio Ambiente.
Con su estudio, la investigadora desveló que las especies, tanto en ecosistemas terrestres como marinos, modifican su distribución geográfica debido a la presión del cambio climático. «Tienden a moverse hacia los polos y buscan el frío en las altitudes de las montañas», explicaba este martes, en una rueda de prensa por videollamada, tras conocer que había sido premiada.
Esta edición de los Fronteras ha elogiado el trabajo de investigación de Parmesan, que ha culminado en la revelación de una «huella globalmente coherente» de calentamiento global en todo el mundo. Según el jurado, los hallazgos de la profesora han establecido las bases «de la ecología del cambio climático».
Su investigación ha sido clave para el diseño de políticas eficaces de conservación, adoptadas globalmente. Migraciones asistidas, corredores conectores de hábitats y áreas protegidas son algunas de las estrategias aplicadas en base al descubrimiento de la profesora. Todos estos son sistemas de preservación que tienen en cuenta los desplazamientos de especies provocados por la crisis climática.
La trayectoria académica de Parmesan recorre distintos países. La primera parte de su itinerario académico la realizó en la Universidad de Texas (EEUU), seguido de Plymouth (Reino Unido), y finalmente, en el Departamento de Ecología Experimental y Teórica en el Centro Nacional para la Investigación Científica (Francia).
A principios de los 1990, cuando el calentamiento global por el aumento del CO2 en la atmósfera era, todavía, difícil de percibir, Parmesan dio comienzo a su investigación, con mariposas como «termómetros». A partir de ahí, inició el estudio sobre impacto del cambio climático en la mariposa doncella de Edith, especie conocida por su susceptibilidad a la variabilidad climática.
Enfermedades tropicales
Seguir la pista y el estudio de la mariposa de Edith le llevó a México, también a Canadá y a América del Norte. Su conclusión: la mariposa se establecía en latitudes y altitudes cada vez más elevadas. Una tendencia que, según pudo observar, no tenía correlación con la calidad de su hábitat. Lo que para ella fue un «salto auténticamente innovador en la investigación en ecología», revelaba que este cambio se debía solamente al cambio climático, y no a cualquier otra alteración humana como puede ser, por ejemplo, la polución, contaminación o pérdida de hábitat. Parmesan pudo, así, atribuir la extinción de la mariposa doncella únicamente al calentamiento global. «Creo que este fue un salto auténticamente innovador en la investigación en ecología», asegura la premiada.
El impacto del ascenso de las temperaturas sobre las especies salvajes pasó a ser irrefutable y, con ello, el campo de la ecología del cambio climático había nacido. Más tarde, el estudio se extendió a otras especies de plantas y animales.
Aunque los esfuerzos de Parmesan se han centrado en la crisis climática y en la ecología, las implicaciones de su estudio en la salud pública son notables. El desplazamiento geográfico afecta, también, a especies transmisoras de enfermedades. Por esta razón, la propagación de mosquitos en zonas más frías trae consigo la expansión de enfermedades tropicales, como la malaria y el dengue, en zonas donde antes no se encontraban.
En cuanto a la crisis climática y las estrategias necesarias para afrontarlo, Parmesan asegura que, «el cambio climático está muy por encima de cualquier efecto local como las especies invasoras o la destrucción de hábitats. Si lo ignoramos, conseguiremos extinguir todas las especies en los espacios que hemos diseñado para protegerlas». En base a esta creencia, Parmesan establece que las estrategias de conservación deben ir más allá de centrarse en una especie en concreto, sino en preservar la biodiversidad en su totalidad.
Fuente: EL MUNDO