Tras las huellas del pintor Ouvrard: la belleza silente plasmada en arte

Luis Ouvrard se erige como un ícono de las artes plásticas rosarinas. Amigo de Antonio Berni y Ciudadano Ilustre de Rosario, su arte se despliega en paisajes, retratos, escenas y dibujos influidos por su entorno.

Aunque tal vez la llegada al gran público haya sido algo tardía (recién en 2023 se le dedicó una exposición en Buenos Aires) el nombre de Luis Agustín Ouvrard es central dentro de las artes plásticas forjadas en la provincia de Santa Fe a lo largo del siglo XX. De hecho, este pintor, escultor y restaurador que llegó a convertirse en amigo de Antonio Berni y que ya veterano obtuvo el título de ciudadano ilustre de Rosario, incursionó desde joven en talleres que le permitieron acumular conocimientos y destrezas.

El entorno natural y rural de Rosario se convirtió en un punto de partida para la paleta de Ouvrard. A través de telas, maderas y cartones, captó la esencia de su terruño: cardos, nísperos, trigales, girasoles y animales pastando. Intervino activamente en la Agrupación Plásticos Independientes, fue docente en la escuela provincial de Bellas Artes y miembro de la Comisión de Cultura de su ciudad. Obtuvo, en 1942, el Premio Cecilia Griergson en el Salón Nacional. Falleció el 28 de abril de 1988.

En 1944, el crítico José León Pagano, en su célebre ensayo sobre la pintura argentina, afirmó que este pintor debía ser clasificado entre los intimistas. “Lo es inclusive cuando menos lo parece, cuando sitúa un modelo en plein air o cuando lo coloca en pose y lo inmoviliza dentro de esa misma pintura (…) El arte en silencio es en Ouvrard otro modo de intimidad”. Recorrió diferentes técnicas y motivos. Dentro de su legado, es posible hallar paisajes, retratos, escenas y dibujos, algunos hechos con birome, grafitos sobre papel, tintas y acuarelas y naturalezas muertas.

María de la Paz López Carvajal señala que, dentro de su producción, es posible identificar dos etapas. Una caracterizada por la intención constructiva y expresiva. “Las figuras sedentes, se representan sobre fondos lisos (en algunos casos experimenta con texturas) y se resuelven con gamas bajas en tonalidades azules, verdes y grises, envueltos en atmósfera de profundidad”, indica la especialista. Otra, sustentada en paisajes de “carácter poético, apaisados, resueltos en gamas de color que acentúan su carácter”.

“Milagro secreto”

Ouvrard tuvo su primera muestra individual a los 70 años. Tal vez tuvo que ver con su propio recorrido vital. “Mis obras las elaboro con lentitud, de ahí que mi producción no sea mucha. No pinto para el paladar de nadie. Confieso, con toda franqueza, que es más lo que destruyo que lo que expongo”, reveló el pintor cuando tenía 45 años, según cita Télam en una nota publicada en abril de 2016, motivada por la publicación de un libro consagrado a la memoria del artista.

Beatriz Vignoli, en un artículo escrito en Rosario 12, afirma que “la pintura de Ouvrard era un milagro secreto. Se concretaba cuando Gilberto Krass encendía un foco en su galería y allí estaba todo ese espacio: la pampa infinita metida en un cartón, tendida como una mesa, todo junto como en un sueño, camotes monumentales y vaquitas como hormigas, el paisaje pampeano y la naturaleza muerta fundidos en una luz que desde entonces uno acecha en cada atardecer del mundo”.

Evocar a los impresionistas

En el libro “Ouvrard, pinturas y dibujos 1916-1986” hay un texto titulado “El tiempo demorado”, que lleva la firma de Mónica Castagnotto. Allí dice que “ya sea como restaurador de pinturas, esculturas, imágenes religiosas y muñecas o como profesor en la cátedra de Color, todas sus actividades lo ligaban de un modo u otro a la pintura. Como restaurador, interpretaba la relación que otro artista había entablado con sus materiales: reparar un cuadro suponía descifrar la técnica, la manera o, como él lo llamaba, “el toque del pintor”. Se trataba de poner la destreza al servicio de una tarea que sería exitosa si lograba pasar desapercibida. Así, el pintor aprendió del restaurador el valor del recato.

Su legado

Sus obras integran las colecciones del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, el Museo Castagnino y otras colecciones nacionales y europeas. El Castagnino, en particular, conserva dos dibujos de su autoría que antes eran parte de colecciones privadas. “Cabeza de niño” (1929), grafito en el que Ouvrard “ha insistido en los contornos, esforzándose por captar la expresión del niño. El énfasis puesto en la mirada es comparable con aquel del que hizo uso en varias de sus pinturas”, escribió María Eugenia Spinelli, 2008.

Y “Sin título” (1949) que describe una escena íntima a la vez que guarda relación con el grabado. “La figura femenina, se halla inmersa en un ambiente en el que los objetos han sido dispuestos sin intenciones constructivas. Las escasas texturas y las sombras crean en esta obra una atmósfera particular, a la vez expresiva y onírica”, indicó Spinelli.

Fuente: El Litoral

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