Los micro y nanoplásticos llevan al menos desde los años 80 comprometiendo yacimientos arqueológicos.
Hace un par de años, un equipo de la Universidad de York empezó a analizar unas muestras de suelo que llevaban almacenadas desde los años 80. Se trataba de sedimentos extraídos a más de 7 metros de profundidad y databan de finales del siglo I o principios del siglo II después de Cristo.
Por eso, cuando encontraron microplásticos en ellas, se llevaron las manos a la cabeza… ¿Qué estaba pasando ahí?
¿Microplásticos en suelos de época romana? Eso es lo que podría parecer. Sobre todo, porque los investigadores identificaron 16 tipos diferentes de polímeros. Es decir, la contaminación no podía venir de los recipientes utilizados en su conservación. Los plásticos tenía que estar ahí por otro motivo.
Así que los investigadores fueron al lugar de la recogida y analizaron cómo estaban ahora los depósitos. Sus conclusiones fueron muy inquietantes porque mostraban que la única explicación lógica es que los microplásticos llevan mucho más tiempo con nosotros de lo que imaginábamos y, además, se están infiltrando en en los yacimientos arqueológicos.
Lo primero no es nada polémico… Hace más de 20 años que Richard Thompson demostró que los micropláticos llevan con nosotros desde, al menos, la década de 1960; cuando el auge de la producción de plástico en la posguerra produjo la primera gran invasión global de estos polímeros.
…pero lo segundo puede ser todo un terremoto en el mundillo de la arqueología. En los últimos años, la arqueología contemporánea ha preferido la «conservación in situ» siempre que se podía. En lugar de despiezar y olvidar un yacimiento, hay buenos motivos para protegerlo, mantenerlo y seguir investigándolo a largo plazo. El problema es que este descubrimiento cambia de forma radical nuestra compresión de lo que creíamos que es «proteger» un llacimiento.
David Jannings, director ejecutivo de York Archeology, explicaba por qué. «Nuestros restos mejor conservados —por ejemplo, los hallazgos vikingos de Coppergate (en la ciudad de York)— estuvieron en un entorno anaeróbico constante anegado durante más de 1.000 años, lo que preservó los materiales orgánicos increíblemente bien».
El problema es que ahora sabemos que, desde hace décadas, los microplásticos se están infiltrando en los suelos de todo el mundo y eso puede «cambiar y cambiará la química del suelo, introduciendo potencialmente elementos que causarán la descomposición de los restos orgánicos. Si ese es el caso, preservar la arqueología in situ puede que ya no sea apropiado».
¿En qué quedará todo esto? Ahora mismo es un misterio. Aún queda por evaluar el alcance real de este problema y necesitaremos una análisis profundo sobre nuestra capacidad de conservar espacios arqueológicos clave.
Lo que sí está claro es que «confirma lo que deberíamos haber esperado: que lo que antes se creía que eran yacimientos arqueológicos prístinos, maduros para la investigación, están de hecho contaminados con plásticos, y que esto incluye yacimientos muestreados y almacenados a finales de la década de 1980».
Imagen | Soren Funk
Fuente: Xataka