¿Qué tan rápido era el ñandú más grande de América del Sur que habitó el noroeste argentino?

El equipo científico –interdisciplinario-, logró dilucidar aspectos paleobiológicos del mayor ñandú que pobló los suelos de América del Sur –específicamente en zonas del noroeste argentino-, gracias a la utilización de estudios de biomecánica, geometría y morfología funcional.

El ejemplar en cuestión corresponde a un ave terrestre extinta con incapacidad de vuelo, muy similar a los ñandúes que hoy viven en América del Sur y con los que se encuentra emparentado filogenéticamente –tal lo demuestran los estudios de ancestralidad y descendencia (i.e., Análisis Filogenéticos) de este fósil conocido en en 2017 con el nombre de “Opisthodactylus kirchneri”, fruto del trabajo de Jorge Noriega, director del Laboratorio de Paleontología de Vertebrados del CICYTTP, Centro que integra el CONICET Santa Fe.

La investigación, recientemente publicada en la revista internacional GEOBIOS, ha permitido revelar los aspectos paleobiológicos de esta ave extinta, a partir de fósiles hallados que se estudian a través de estimaciones con formas vivientes emparentadas filogenéticamente, “como comúnmente se conocen a las relaciones de ancestralidad y descendencia entre las especies”, según explica Raúl Vezzosi –especializado en paleontología de vertebrados con énfasis en aves y mamíferos de América del sur-.

En cuanto a la procedencia de los fósiles -Mioceno tardío, en los últimos 7 millones de años-, corresponden a lo que su colector, (Alfredo Castellanos, médico aficionado a la Paleontología), denomina como ‘Araucanense medio’, se corresponden con depósitos geológicos situados al noroeste de Agua del Chañar, en el Valle de Santa María, de la provincia de Tucumán. Sobre los fósiles, estudiados previamente por Jorge Noriega, precisa Raúl Vezzosi que “se corresponden a restos de huesos de ambas extremidades posteriores, representados por un fémur, tibias, tarsosmetatarsos y huesos de los dedos”.

A través de la confección de bases de datos -integradas en modelaciones matemáticas y estudios biomecánicos logrados en base a un modelo desarrollado por los científicos  del grupo para aves carnívoras terrestres extintas incapaces de volar –cursoriales,  conocidas como ‘aves del terror’-; los investigadores obtuvieron información relevante de las diferentes especies de aves terrestres vivientes con grandes extremidades posteriores que hoy habitan el hemisferio sur; como los ñandúes sudamericanos, el avestruz africano, el emu australiano y el casuario austral de Indonesia. Al respecto, explica Vezzosi que “la información obtenida de las proporciones anatómicas que forman las extremidades posteriores de estas aves vivientes, permitieron las comparaciones con las extremidades de la especie extinta”.

Washington Jones (paleontólogo, especializado en aves fósiles de América de Sur), explica que “pudimos conocer el peso corporal –a través de las proporciones de masa- y así logramos estimar cómo se desplazaba en carrera el ñandú extinto de América del Sur, revelando así la máxima velocidad de carrera.  Por su parte, Ernesto Blanco -físico especializado en Paleobiología y biomecánica-, explica que “los resultados obtenidos a partir de ecuaciones alométricas (dimensiones en tamaño), permitieron conocer que Opistodacthylus kirchnerii fue un ñandú proporcionalmente grande, con extremidades posteriores largas y más robustas que las observadas en los ñandúes vivientes”.

La investigación permitió también hacer la estimación del peso corporal –en unos 35 kilogramos-, lo cual permitió reconocer una relación de proporcionalidad con los registros de ejemplares adultos de Rhea americana (10.5–40 kg), del emú australiano Dromaius novahollandiae (17.7–48 kg) y del casuario austral Casuarius casuarius (29.2–58.5 kg) de Indonesia y Nueva Guinea.

A pesar de ser un ave cursorial (aquellas adaptadas para correr), con extremidades posteriores largas y robustas y con una masa corporal importante, las proporciones de sus extremidades posteriores no le permitieron ser un buen corredor –tal como lo son los avestruces y ñandúes. Por esto, los llamativos 50 km/h que lograba adquirir en carrera, no eran suficientes para superar en velocidad a las especies vivientes; aunque puede que haya logrado adquirir un desplazamiento similar a las especies de Indonesia y Australia.

Para concluir, señala Washington Jones, que “el hecho de haber logrado preservar parte de los dedos de sus extremidades posteriores,  nos permitió estudiar en detalle estos elementos anatómicos, a partir de lo que interpretamos que este segmento distal habría brindado adaptaciones particulares ante las condiciones paleoambientales imperantes durante el Mioceno tardío de América del Sur, las que resultarían diferentes a las de sus parientes actuales de América del Sur y más próximas con las originarias de Indonesia, Nueva Guinea y Australia, como los emus o casuarios”.

Referencia: Jones, W.; Vezzosi, R.I. and Blanco, E. 2023. Not too fast: Maximum running speed estimation of the Miocene rheid Opisthodactylus kirchneri (Aves, Rheidae). Geobios, DOI: https://doi.org/10.1016/j.geobios.2023.03.006.

Web: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S001669952300061X?via%3Dihub

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