En el marco de la Conferencia sobre el Clima, el Secretario General de la ONU concluyó que se está avanzando en la lucha contra la crisis climática, pero «la brecha entre donde nos encontramos y lo que exige la ciencia sigue siendo peligrosamente amplia».
La COP es un evento internacional para debatir la crisis climática y las acciones para enfrentarla. Este año el encuentro fue en Belém (Brasil), en noviembre pasado. El objetivo es claro: limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados. Como viene sucediendo en este espacio, las sensaciones son contradictorias: alivio por los acuerdos alcanzados y frustración por el escaso grado de avance.
Historia de la COP
Las siglas COP significan Conferencia de las Partes. Las “Partes” son los Estados que firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 1992, durante la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro. A partir de allí se realiza un encuentro internacional para reflexionar en torno a la crisis climática y planear acciones comunes para frenarla y apaciguar sus efectos.
Un hito fundamental fue la COP21 celebrada en Francia. Allí nació el Acuerdo de París, donde la gran mayoría de los países prometieron mantener el calentamiento global debajo de los 2 °C con respecto a la era preindustrial, y hacer esfuerzos para limitarlo a 1,5°C. Desde el 2015 cada COP funciona como una auditoría, es decir, los países presentan sus «deberes», llamados Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs, por sus siglas en inglés) y se discute quién pagará la cuenta de la transición energética.
Si bien las responsabilidades son comunes, se entiende que hay diferencias entre los países desarrollados y en desarrollo. Los primeros han adquirido ventajas económicas a partir de, principalmente, la quema de combustibles fósiles sin restricciones durante los últimos 150 años. En este sentido, tienen una responsabilidad histórica y se espera que transfieran fondos a las naciones en desarrollo –como Argentina–, para que puedan adoptar tecnologías limpias y recuperarse de los desastres climáticos.
En su edición número 30 (COP30) celebrada en Brasil, participaron delegados de 190 países. Este encuentro tenía una carga simbólica fuerte, se realizó en el Amazonia como modo de reforzar la advertencia que la comunidad experta viene haciendo sobre que si perdemos la Amazonía, perdemos la lucha contra el cambio climático.
Argentina en la encrucijada
¿Qué papel jugó nuestro país en este escenario? Como se mencionó, al ser una nación en desarrollo tiene responsabilidad sobre la crisis climática, aunque en menor medida. Argentina emite menos del 1% de los gases de efecto invernadero a nivel global, pero es altamente vulnerable a sus efectos -pensemos, por ejemplo, en las sequías que obstaculizan las cosechas.
En este sentido, la delegación enviada a Belém sostuvo la idea de que somos acreedores ambientales. Es decir, nuestro ecosistema –las pampas, los bosques nativos, los mares– captura carbono que el resto del mundo emite. Entonces, se exigieron mecanismos de financiamiento para conservar las ventajas naturales y generar condiciones para modelos agroganaderos sostenibles.
Argentina firmó adhesiones a iniciativas de adaptación para preparar nuestras ciudades y campos para el clima extremo. Asimismo se mostró muy activa en el Compromiso de Belém, en el que se acordó triplicar las inversiones en bioenergía y combustibles sintéticos. Para un País productor de biomasa, esto es una posibilidad de mercado potente.
Sin embargo, el financiamiento climático aún no es concreto dejando la implementación de los planes a merced de la voluntad política, de la economía propia y/o a la espera de créditos internacionales.
Asimismo, el incentivo a la producción de biocombustibles es controversial, dado que algunas organizaciones ambientalistas y ONGs advierten sobre la expansión de la frontera agrícola sobre bosques nativos para plantar monocultivos energéticos.
Por otra parte, mientras las discusiones centrales de la COP son cómo salir de los combustibles fósiles, Argentina sigue apostando a estos –por ejemplo, la explotación de Vaca Muerta– como motor de salvación económica. Por lo que, lejos de desaparecer, la carbonización se intensifica.
Conclusiones de la trigésima conferencia
El petróleo, el gas y el carbón, siguen siendo los combustibles que mueven el mundo. Los informes científicos previos a la reunión indican que, con las políticas actuales, nos dirigimos a un aumento de la temperatura promedio global de casi 2.6 °C o más.
A pesar de los esfuerzos y presión de algunas partes, no se logró fijar una fecha de caducidad explícita y rápida de los combustibles fósiles. Se mencionó una «transición gradual» que dejó insatisfechos sobre todo a los científicos y activistas.
La cumbre movilizó a 190 países. Se presentaron 120 planes de acción climática, o sea, más de la mitad del mundo actualizó su hoja de ruta para emitir menos gases de efecto invernadero.
No obstante, el objetivo de los 1,5° aún está muy lejos de cumplirse. Debemos actuar de forma urgente, es lo que se viene sosteniendo desde la primera COP. La crisis climática no entiende de diplomacia, ni de tiempos, ni de economía. Lo que está en riesgo es nuestra casa común –el planeta– y es lo único que tenemos por ahora.
Para profundizar en el tema se puede acceder a los siguientes enlaces, algunos linkeados en la nota.
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático: https://www.ipcc.ch/languages-2/spanish/
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Informe sobre la brecha de emisiones 2025. https://www.unep.org/resources/emissions-gap-report-2025
Sitio web de la COP30: https://cop30.br/es
Sitio web de las ONU: https://www.un.org/es/climatechange/cop30
Subsecretaría de Ambiente de Argentina. Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero y Monitoreo de Medidas de Mitigación: https://inventariogei.ambiente.gob.ar/