Qué factores inciden en el bienestar de las personas? Vivir en una gran ciudad, ¿garantiza mejores condiciones y acceso a los servicios? En esta entrevista, algunas respuestas y herramientas para interpretar esa suerte de semáforo geográfico que surge de combinar factores como educación, salud, vivienda y ambiente.
De verde a rojo y, en el medio, todos los matices con el amarillo y el ocre como principales tonos intermedios: el Índice de Calidad de Vida, una combinación ponderada de indicadores socioeconómicos y ambientales, está representado en un mapa de la Argentina donde cada localidad, cada barrio, tiene un color asignado y es el que se corresponde a las mejores (en verde) o peores (en rojo) condiciones en las que se desenvuelven sus habitantes.
Así, se observa que en la ciudad de Santa Fe predomina el verde, pero en los alrededores los colores son otros y la paleta varía en forma notable entre el norte y el sur provincial.
Con la imagen de todo el territorio nacional desplegada, el verde está presente en la región Pampeana, en el oeste de San Juan y de las provincias patagónicas, y en la zona más austral del país. En el resto, la situación varía y revela el contraste que es condición intrínseca del país y de toda la región latinoamericana.
Sobre estos contrastes y los indicadores que se evalúan para concluir en tal o cual representación cromática expuso Guillermo Velázquez, investigador superior del CONICET y Director del Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales de Tandil, en el marco del VI Congreso Nacional de Problemáticas Sociales Contemporáneas que organizó la Universidad Nacional del Litoral a mediado de septiembre.
En el año 2019, Velázquez lideró, junto a Alejandro Zunino y un equipo interdisciplinario, una investigación que concluyó en un mapa interactivo que permite conocer el nivel de calidad de vida en los más de 52 mil radios censales en lo que se divide la Argentina. El material y las indicaciones para su interpretación, están disponibles en: icv.conicet.gov.ar.
El mapa interactivo completo.
De todo esto habló con El Litoral, ya de regreso en Tandil, una ciudad intermedia (concepto al que volverá como categoría de análisis), donde trabaja y reside. Y donde también predomina el verde.
– ¿Cómo está compuesto el índice de calidad de vida y de qué manera se puede medir?
– Durante mucho tiempo, para comparar el nivel de desarrollo, bienestar o nivel de vida, que son conceptos bien cercanos, se utilizó exclusivamente el Producto Bruto. Así se establecían cuáles eran los países ricos o países pobres. Y dentro de los países, para diferenciar aquellas regiones donde se vivía mejor o peor.
Con el tiempo se vio que el Producto Bruto era un indicador importante pero imperfecto porque no refleja necesariamente cómo vive la gente sino cuestiones vinculadas con la riqueza y la estructura económica. En las décadas de ’70 y ’80 Naciones Unidas propuso un índice de desarrollo humano que es más sofisticado y mide cuestiones como salud (esperanza de vida), educación (años de escolaridad y proporción de analfabetos) y riqueza (producto bruto per cápita ponderado por el poder adquisitivo). En las distintas redes académicas se vio con simpatía este progreso. Propusimos un índice de calidad de vida que involucra indicadores socioeconómicos (salud, educación y vivienda) e indicadores ambientales (problemas ambientales y recursos recreativos). Porque calidad ambiental no es solamente que no te fumiguen, que no haya contaminación ni terremotos; es también el derecho a disfrutar el tiempo libre en un entorno variado y con ofertas atractivas para la población sin gastar dinero.
– ¿Existe un promedio de la calidad de vida de la Argentina o tenemos que analizar el tema por regiones?
– Habría que apuntar más a un análisis por regiones e, incluso, a las diferencias dentro de las regiones que son seis (Noroeste, Noreste, Cuyo, Pampeana, Metropolitana y Patagonia) y tuvieron un comportamiento bastante estable a lo largo del tiempo. El Norte Grande es una macro región que se caracteriza por la postergación material y de recursos, y por cierta desatención por parte del Estado. Por el contrario, la Patagonia, sobre todo la austral, es la región con mejor situación relativa.
Además, a lo largo del tiempo hubo cambios, algunos recientes y bastante fuertes: en concreto, la Región Metropolitana de Buenos Aires, que hasta la década del ’90 estaba en segundo lugar detrás de la región Patagonia, pasó al cuarto lugar en 2001. Hasta ese momento, por el hecho de tener desarrollo industrial, empleo y servicios quedaba bien ubicada, pero al comenzar a pesar la cuestión ambiental, amén de otros retrocesos concretos, pasó a ese cuarto lugar.
Guillermo Velázquez expuso en el VI Congreso Nacional de Problemáticas Sociales Contemporáneas, organizado por la UNL. Detrás, algunos de los mapas históricos de la Argentina (1869, 1895, 1914) en los que está representado el índice de calidad de vida.
– ¿Qué aspectos ambientales son los que pesaron en este cambio de categorización del área metropolitana?
– Por un lado están aquellos con epicentro en los congestionamientos, conflictividad social y contaminación. La escala urbana penaliza mucho estos aspectos. Las ciudades grandes, como Córdoba o Rosario, también tienen algún tipo de penalización pero no es tan grande.
Y las que quedan muy bien ubicadas son las ciudades intermedias, ubicadas entre 50 mil y un millón de habitantes, entre las cuales está el Gran Santa Fe, Gran Paraná, Mar del Plata, Bahía Blanca. Estas ciudades tienen, en proporción con la población residente, más espacios verdes, más recursos recreativos y variedad de ofertas para el tiempo libre.
En cuanto a los recursos socialmente construidos, la Región Metropolitana tiene cines, teatros y demás pero también muchísima demanda. Y casi toda la demanda del Gran Buenos Aires se satisfacen en Capital Federal.
– ¿Qué pasa con la región en la que se ubica Santa Fe?
– Santa Fe, junto con Entre Ríos y Buenos Aires, está incluida en la región Pampeana que tiene una buena situación relativa, y se ubica segunda después de la Patagonia por el proceso de urbanización, la inversión del Estado, la infraestructura social y la recepción de migrantes. Precisamente, una cuestión que ubica al norte del país en una mala situación relativa es la expulsión de población; en la medida en que se logre generar ofertas educativas, sanitarias y de empleo, esto se puede modificar.
Santa Fe está de la mitad para arriba (en el promedio de ICV), más allá de las diferencias internas: una cosa es la mitad sur de la provincia con la influencia de la capital y de Rosario, y otra la zona llamada Chaco santafesino que tienen más características de transición hacia el noreste.
El el Índice de Calidad de Vida en la ciudad de Santa Fe y alrededores.
– Cada vez hay más población viviendo en ciudades o que migra a las grandes urbes en búsqueda de empleo y mejores condiciones, ¿esa característica por si sola afecta la calidad de vida?
– Más del 92 % de la población argentina vive en ciudades. La población rural es de 8 % o menos. Pero es muy importante el tamaño de las ciudades: aquellas con más de un millón de habitantes como Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba, empiezan a tener lo que los economistas llaman deseconomías de aglomeración, es decir, que se empiezan a producir problemas en el congestionamiento de tránsito, en la potabilización de agua, la eliminación de residuos, la inseguridad. En cambio, las ciudades intermedias presentan una escala ideal donde se verifica una mayor calidad de vida.
Si se cruza calidad de vida con escala urbana, la mejor situación es la de ciudades intermedias con 50 mil a un millón de habitantes.
Por debajo se produce una paradoja; podemos pensar que en un pueblo de 20 mil habitantes la gente puede vivir tranquila y dejar la puerta sin llave, pero hay problemas que hacen a la calidad de vida y tienen que ver con la falta de escala: un problema sanitario que en una ciudad intermedia se resuelve fácilmente, en una localidad pequeña implica trasladarse a otro sitio más grande.
Lo mismo pasa con la oferta educativa: las localidades pequeñas retienen jóvenes hasta el secundario pero, sin oferta universitaria, se ven obligados a migrar a una ciudad intermedia para seguir estudiando; muchos vuelven pero muchos otros se quedan allí.
Santa Fe tiene muchos pueblos en esta escala urbana por su economía de base agropecuaria, y son localidades que están más estancadas desde el punto de vista demográfico.
– ¿Qué representa el mapa que está disponible en la página del Conicet?
– A icv.conicet.gov.ar se ingresa con cualquier dispositivo y muestra el mapa de calidad de vida de la Argentina por 52.408 unidades censales: por ejemplo, si se ingresa a Santa Fe aparece dividido el Gran Santa Fe en miles de unidades porque cada una representa más o menos 200 casas o 1000 personas.
En verde están representadas las zonas con mejor situación relativa porque tienen buenos recursos recreativos, educación, salud y vivienda. Y en la periferia o hacia el interior de la provincia hay radios en color ocre o incluso rojo porque muestran valores más bajos del índice. Éste sigue el mismo criterio desde Ushuaia hasta Santa Catalina, en Jujuy: el rojo de Santa Fe es igual al rojo de Mendoza o del Gran Buenos Aires.
Además de tener un interés académico es un indicador útil para la gestión pública, para que el intendente de una localidad que aparece en rojo tenga más elementos para reclamar atención, recursos y pueda revertir esta situación.
Si bien hay situaciones que tienen que ver con causas estructurales (un lugar árido o inundable), desde la política pública se puede hacer mucho: no es que lo rojo está condenado a ser rojo y lo verde va a ser siempre verde.
El marco
Guillermo Velázquez estuvo en la ciudad de Santa Fe a mediados de septiembre para participar en el VI Congreso Nacional de Problemáticas Sociales Contemporáneas organizado por la Universidad Nacional del Litoral.
Allí expuso en el panel de Cambios socio-demográficos en una Argentina en transformación, sobre «Calidad de vida en la Argentina durante el último ciclo democrático. Cambios y continuidades».
No todo es presente
En procura de establecer cómo era la calidad de vida en décadas y hasta en siglos pasados, investigadores que participaron del desarrollo que terminó en la página interactiva del Conicet (icv.conicet.gov.ar) elaboraron mapas de la Argentina en 1869, que fue cuando se realizó el primer censo nacional, para 1895, 1914, 1947, 1960, 1970, 1980, 1991 y 2001.
¿Qué muestran estas representaciones? «Las condiciones socioeconómicas y ambientales que en los años ’50 hubieran sido consideradas propias de una calidad de vida óptima, hoy nos darían un ICV mucho más bajo», advierte Guillermo Velázquez.
Si se busca una constante en el análisis comparativo de estos años se lo encuentra desde 1895 hasta el día de hoy: la zona más austral de la Patagonia tuvo y tiene el mayor índice de calidad de vida.
Cómo se compone el ICV
El Índice de Calidad de Vida es una combinación ponderada de una Dimensión Socioeconómica (60%), que involucra en iguales proporciones Educación (población con educación menor a primaria y con educación universitaria), Salud (Tasa de mortalidad infantil y población sin obra social) y Vivienda (población en hogares sin inodoro y en hogares hacinados).
La Dimensión ambiental (40 %) incluye Problemas ambientales (Uso de plaguicidas en agricultura, participación de Industria y minería en el PBG, contaminación/Ruido/Congestionamiento/Conflictividad social/Siniestralidad y localizaciones peligrosas, entre otros) y Recursos recreativos de base natural y socialmente construidos.