Investigadores miden el impacto hídrico en el sur santafesino

Por Redacción IDL

Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura estudian distintas cuencas del sur provincial para evaluar zonas de posibles inundaciones.

Las inundaciones son fenómenos complejos que afectan de manera más frecuente nuestra región y que, desde hace unos años a esta parte, son puntos de preocupación en varias zonas urbanas y rurales. Un equipo de investigación del Departamento de Hidráulica y del Centro Universitario Rosario de Investigación Hidroambiental (CURIHAM) de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario, realiza estudios en distintas cuencas del sur de Santa Fe para ver cuales son los riesgos de posibles inundaciones y que obras podrían realizarse para minimizar los impactos.

“En el sur de Santa Fe no tenemos graves problemas de sequía, por lo que investigamos más lo que son inundaciones y aguas subterráneas. Nosotros nos enfocamos en lo que denominamos el comportamiento o la respuesta hídrica de una cuenca de escurrimiento superficial. Hay varias cuencas acá en el sur santafesino. Por ejemplo, nosotros tenemos estudiada la cuenca del Río Carcarañá, la del Arroyo San Lorenzo, Arroyo Ludueña, Arroyo Saladillo, Arroyo Frías, Arroyo Seco, y Arroyo Pavón, entre otras; con diferentes grados de avance”, explicó el investigador Hernán Stenta.

El docente del Departamento de Hidráulica detalló que se puede determinar una cuenca “como si fuera una línea ideal en una superficie del terreno donde todo lo que llueve ahí en ese sector termina escurriendo por los canales, los cursos de agua y demás”. Ese agua termina descargando en un río o una laguna. 

Asimismo, acotó que hay un déficit de información a nivel nacional para hacer lo que comúnmente se denomina como modelización de una cuenca, donde se busca entender el comportamiento de la misma. Por eso, es necesario estos trabajos de investigación locales, que son muy importantes para contar con datos precisos que sirvan de apoyo para la toma de decisiones.

¿Qué sucede cuando la lluvia cae sobre una superficie del terreno? Parte del agua se infiltra, mientras que otra permanece en la superficie y comienza a escurrir. “En los campos puede alcanzar algunos centímetros o decenas de centímetros de altura; desde allí se dirige hacia los canales, de los canales al cauce principal y finalmente al río. Toda esa dinámica (la dinámica hídrica de una cuenca) es la que estudiamos en la facultad mediante modelos matemáticos. Un modelo matemático busca representar un fenómeno real a partir de ciertas simplificaciones, con el objetivo de comprender el comportamiento del sistema, que en este caso es la cuenca”.

En la cuenca del Arroyo Pavón no existían estudios de este nivel, por lo que los investigadores debieron comenzar por relevar información básica sobre el relieve del terreno. “Ese trabajo se realiza, por ejemplo, utilizando las curvas de nivel del Instituto Geográfico Nacional. Luego fue necesario reunir datos de las estaciones de lluvia, para conocer cuánto y cómo precipitó en cada sector de la cuenca. También recopilamos información sobre las redes de drenaje (cunetas, caminos, vías ferroviarias y el cauce principal del arroyo), así como sobre los distintos tipos de suelo presentes en la zona”, explicó el investigador.

Con toda esa información, el equipo de investigación construyó un modelo capaz de simular distintos fenómenos meteorológicos y analizar cómo se comporta el agua dentro del sistema. “Primero realizamos una fase de calibración, en la que comparamos los datos observados con los resultados que arroja el modelo para verificar si representa adecuadamente la realidad. Luego seguimos con una etapa de validación, que consiste en aplicar el modelo a otro evento de lluvia o tormenta para comprobar si responde de manera similar. Una vez calibrado y validado, el modelo puede utilizarse en la etapa de explotación, que permite estudiar cómo se comportan distintos escenarios climáticos”, explicó Stenta.

El trabajo se realizó en la cuenca del Arroyo Pavón con la escasa información disponible al inicio del proyecto. A partir de ese relevamiento, se desarrolló un modelo que permitió obtener datos clave sobre el comportamiento del agua en el territorio. Entre los resultados más importantes, se determinaron las alturas máximas de agua en distintos sectores de la cuenca, lo que permite identificar las zonas más afectadas durante eventos de crecida. También se calcularon las permanencias de agua, es decir, cuánto tiempo se mantiene un determinado nivel, un dato fundamental para evaluar el impacto sobre los cultivos, las viviendas y otras infraestructuras.

Además, se incorporó un indicador denominado “riesgo de vida humana”, que combina la altura y la velocidad del agua para estimar el peligro que puede representar una inundación. “No es lo mismo, un metro de agua con velocidad casi nula, como puede ser un estanque, que esa misma altura moviéndose a un metro por segundo”, explicó y subrayó que ciertos valores de caudal y altura pueden incluso arrastrar a una persona adulta promedio, lo que demuestra la importancia de contar con herramientas precisas para prevenir y gestionar el riesgo hídrico en la región.

A partir de los resultados obtenidos, el equipo continúa perfeccionando sus modelos con el objetivo de incorporar información más precisa y profundizar en los distintos factores que inciden en la ocurrencia e impacto de los eventos hídricos. Este enfoque se sustenta en el concepto de riesgo hídrico, que integra dos variables centrales: la amenaza y la vulnerabilidad.”Abordamos la dimensión de la amenaza, entendida como la probabilidad de que se produzca un evento determinado capaz de generar daños”. 

Actualmente, los investigadores trabajan en la elaboración de mapas de amenaza que combinan datos sobre la altura y la velocidad del agua, herramientas que resultan fundamentales para la planificación y la toma de decisiones por parte de organismos gubernamentales, comités de cuenca y áreas de defensa civil.

Estos estudios permiten comprender que una misma amenaza puede tener consecuencias muy diferentes según el contexto territorial y social. “Un metro de agua, por ejemplo, no implica el mismo riesgo en una zona con construcciones sólidas que en otra con viviendas precarias”, sostuvo Stenta. 

Con esta perspectiva, el equipo amplía su trabajo en distintas cuencas en donde desarrolla nuevos mapas de amenaza. “Seguimos trabajando en Pavón y en otras cuencas, como la de Arroyo Seco y la de Pueblo Esther, siempre con la idea de explicar el comportamiento hídrico de cada una. El objetivo es obtener modelos que respondan a la realidad y que luego puedan aplicarse a la elaboración de mapas de amenaza, vulnerabilidad y riesgo, disponibles para la sociedad y útiles en la toma de decisiones por parte de los entes gubernamentales. Además, esta información permite planificar de manera más eficiente, identificando, por ejemplo, en qué sectores resultaría peligroso urbanizar debido a la presencia de zonas bajas con altas concentraciones de agua y, por lo tanto, con mayor nivel de riesgo”, precisó el investigador.

Mientras más grande es un evento climático, “mayores son los efectos de las inundaciones”. Las zonas más afectadas suelen ser las aledañas a los cursos de agua o aquellas ubicadas en sectores bajos del terreno. Stenta resaltó que estos fenómenos dependen, en gran medida, de la magnitud de las precipitaciones, que en un contexto del cambio climático “han mostrado una modificación en su comportamiento: se observa una mayor concentración de tormentas severas en lapsos más cortos de tiempo”.

Si bien el promedio anual de lluvias en Rosario se mantiene relativamente estable, entre mil y mil diez milímetros por año, existen importantes variaciones entre un año y otro. “No se demuestra una tendencia de aumento, sino un cambio en la distribución y la intensidad de las tormentas. En los últimos años, se registraron eventos extremos como los de Bahía Blanca, Zárate, Arroyo Seco en enero de 2017, y la Emilia, donde el desborde de un terraplén provocó graves consecuencias”.

A este componente natural se suma el impacto de la acción humana. La urbanización de áreas que antes eran verdes y las transformaciones del suelo mediante prácticas como la siembra directa han incrementado la vulnerabilidad del territorio. “En conjunto, estos factores generan un mayor impacto ante las tormentas, como se evidenció recientemente en diversas cuencas, entre ellas la de Carcarañá, que también sufrió los efectos de las lluvias más intensas registradas este año”.

Periodista: Gonzalo J. García

Fuente: Universidad Nacional de Rosario

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