En el Día Mundial del Reciclaje, recuperamos experiencias que apuestan a una relación sustentable con el medioambiente.
El plástico es uno de los productos más utilizados. Está presente en muchas de nuestras acciones diarias y también en el trabajo de los más diversos sectores de la industria. Su impacto negativo en el medioambiente tiene que ver con su larga durabilidad: dependiendo de sus componentes, puede tardar entre 100 y 1000 años en degradarse por completo. Para contrarrestar el impacto de este proceso, un equipo de la Ingeniería en Mecatrónica de la Facultad de Ciencias de la Alimentación puso en marcha un proyecto de extensión que dio lugar a una trituradora de plásticos. Actualmente, con el trabajo concluido, se busca implementar su uso en distintas instituciones.
Regeneración es la palabra clave en el trabajo de este equipo. Paola Sinner, docente y directora del proyecto, indicó que “la trituradora se terminó en diciembre, hoy existe como recurso y se la va a usar porque está en pleno auge. A fines del año pasado hicimos pruebas con una industria, hace unas semanas estuvimos en una fábrica de plásticos, también estamos en contacto con la Escuela Secundaria Técnica de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y en junio vamos a visitar Chajarí. Lo que resta es armar proyectos concretos, captar necesidades y trabajarlas”.
La idea original surgió del planteo de una empresa arrocera acerca de qué hacer con las silobolsas que se descartaban. Así lo explicó Emmanuel Pérez, estudiante avanzado que participó en el proyecto por medio de una pasantía. Estos elementos constituyen un problema dentro de los procesos productivos en nuestra provincia porque usualmente “se las descarta en el campo, se las entierra o se las utiliza para otros fines que no son saludables para el medioambiente. El único tratamiento que existe hoy en día es la incineración; porque plantas de reciclado que las tratan son muy pocas en Entre Ríos y en Argentina”. Acerca de la trituradora, el estudiante de Ingeniería en Mecatrónica detalló: “Trabajé en el diseño y fabricación. Hicimos pruebas, y en base a ellas, algunas modificaciones. Concluimos que el prototipo funciona bien y que podría ser escalado para volúmenes de procesamiento mayores”.
Los plásticos varían en su composición y pueden ser rígidos (botellas, frascos, contenedores, estuches), termoformados (bandejas de viandas y alimentos) o flexibles (film, bolsas, mallas tejidas). En nuestro país la Norma IRAM 13700, vigente desde diciembre de 2012, los clasifica en símbolos que van del 1 al 7. Aquellos que llevan el número mayor son los más difíciles de reciclar.
El reciclado y la recuperación de elementos tales como el plástico se inscriben en el paradigma de la economía circular, donde no hay residuos sino recursos que podemos (y debemos) aprovechar en beneficio de nuestra salud y la del ambiente. De esta manera, las ideas de progreso, crecimiento económico y productividad van de la mano con el compromiso de cuidar el planeta que habitamos, en cada decisión y por medio de cada acción que emprendemos.
Espacios más saludables en nuestra Universidad
El cuidado del ambiente es uno de los ejes que nuestra Universidad trabaja a través de UNER Saludable. Pequeñas acciones que se asumen colectivamente hasta convertirse en hábitos, pueden transformar la cultura institucional. La separación de residuos en origen es una de las acciones que se llevan adelante en cada una de las facultades, el Rectorado y la Casa de la Universidad. Al consumir productos o alimentos, debemos separarlos según el cesto que corresponda.
Fuente: UNER medios