El hallazgo desafía una teoría sostenida durante mucho tiempo según la cual las moléculas de azufre no existieron hasta después de que la vida en la Tierra ya se hubiera formado.
El origen de la vida en la Tierra sigue siendo un misterio porque, a pesar de conocer todos los ingredientes de la llamada sopa primigenia, todavía no somos capaces de reproducir la receta. La ciencia cree estar cercar de resolver el problema en un laboratorio, por lo que, de momento, la teoría más compartida por la comunidad científica es que la vida pudo surgir de chimeneas hidrotermales del fondo del océano, o del espacio exterior, llegando a la Tierra a bordo de cometas y meteoritos.
Sin embargo, una nueva teoría apunta a que la atmósfera podría haber contribuido al origen de la vida mucho más de lo que se creía anteriormente. En un estudio que acaba de publicar Proceedings of the National Academy of Sciences, investigadores de la Universidad de Colorado apuntan que hace miles de millones de años, el cielo primitivo podría haber estado produciendo moléculas que contenían azufre, uno de los ingredientes esenciales para la vida.
El hallazgo desafía una teoría sostenida durante mucho tiempo según la cual las moléculas de azufre no existieron hasta después de que la vida en la Tierra ya se hubiera formado. Al igual que el carbono, el azufre es un elemento esencial, que está presente en todas las formas de vida, desde las bacterias unicelulares hasta los humanos, porque forma parte de algunos aminoácidos, que son los componentes básicos de las proteínas.
En simulaciones anteriores de la Tierra primitiva, los científicos no lograron detectar cantidades significativas de biomoléculas de azufre antes de que existiera la vida. Cuando el telescopio espacial James Webb detectó sulfuro de dimetilo, un compuesto orgánico de azufre producido por algas marinas en la Tierra, en otro planeta llamado K2-18b, muchos pensaron que era una señal de vida en otros planetas.
Pero en trabajos anteriores, Nate Reed, investigador postdoctoral de la NASA, y la autora principal del estudio, Ellie Browne, profesora de química del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de la Universidad de Colorado, lograron crear sulfuro de dimetilo en su laboratorio utilizando únicamente luz y gases atmosféricos comunes, lo que demostraría que esta molécula podría surgir en lugares sin vida.
En esta ocasión, Browne, Reed y su equipo se propusieron descubrir qué podría haber aportado el cielo de la Tierra primitiva. Para ello simular la atmósfera terrestre antes del surgimiento de la vida con una mezcla de luz y gases que contenían metano, dióxido de carbono, sulfuro de hidrógeno y nitrógeno.
El azufre, explica Browne, es un elemento difícil de manejar en el laboratorio, porque tiende a adherirse a los equipos y, en la atmósfera, suele existir en concentraciones muy bajas en comparación con el CO2 y el nitrógeno.
Utilizando un instrumento de espectrometría de masas de alta sensibilidad que puede identificar y medir diferentes compuestos químicos, el equipo de Browne descubrió que la simulación de la Tierra primitiva produjo un conjunto completo de biomoléculas de azufre, incluidos los aminoácidos cisteína y taurina, así como la coenzima M, un compuesto crítico para el metabolismo.
Cuando el equipo adaptó sus resultados de laboratorio para calcular la cantidad de cisteína que podía producir una atmósfera entera, descubrieron que el cielo de la Tierra primitiva podría haber aportado cisteína para abastecer aproximadamente un octillón (uno seguido de 27 ceros) de células. Actualmente, la Tierra cuenta con aproximadamente un nonillon (uno seguido de 30 ceros) de células.
«Si bien no es tanta como la presente ahora, seguía siendo mucha cisteína en un entorno sin vida. Podría ser suficiente para un ecosistema global en ciernes, donde la vida apenas está comenzando», apunta Reed.
El equipo cree que estas biomoléculas formadas en la atmósfera de la Tierra podrían haber caído al suelo o a los océanos con la lluvia, ayudando al inicio de la vida. «Solíamos pensar que la vida tuvo que empezar completamente desde cero, pero nuestros resultados sugieren que algunas de estas moléculas más complejas ya estaban ampliamente distribuidas en condiciones no especializadas, lo que podría haber facilitado su desarrollo».
Fuente: El Mundo

