Facundo Corvalán, Psicólogo y Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, explicó qué es la ansiedad, cómo se origina, y de qué manera podemos detectarla para poder trabajarla.
Es muy importante, en primer término, sentar las bases para dialogar sobre los desafíos de la salud mental y poner en agenda este tema. “Es necesario reconocer que existen diversos estados emocionales, como lo es la ansiedad, que pueden llegar a obstaculizar de manera directa o indirecta actividades que forman parte de nuestra vida cotidiana”, señaló Corvalán.
El investigador destacó que el desafío de la salud mental es darse cuenta que hay dolencias que no se expresan de manera tan evidente como otras, para poder trabajar sobre ellas. “Estamos hablando de expresiones que se vinculan con sensaciones de tristeza, miedo, angustias, que impactan en el cuerpo, pero quizás de un modo no tan directo o manifiesto como otras afecciones”.
La ansiedad es un estado emocional que forma parte del ser humano y evolutivamente funciona como un mecanismo de subsistencia ya que es una invitación a accionar. “El problema es cuando los niveles de ansiedad interrumpen con frecuencia otras funciones humanas y cuando producen un padecimiento excesivo, es decir: no permite descansar, comer bien, o disfrutar de un momento. La ansiedad puede entenderse así: una invitación a tener reacciones, de tal manera que su insistencia genera un estado de incomodidad permanente, se tiene que accionar con urgencia sin causas definidas”.
En este sentido, Corvalán señaló que estos síntomas o expresiones son un llamado de atención que tenemos que tener en cuenta para mejorar la calidad de vida. “Se presentan dificultades para disfrutar de actividades diarias, por ejemplo, estás conversando con alguien y la concentración está difuminada en anticipaciones, te preparás para descansar y muchas ideas se vienen a la mente, por lo general en negativo. Es un estado de premoniciones y alarmas continuas.”.
El docente de la Facultad de Psicología advirtió que la sociedad actual está inmersa en un sistema de presiones de diferente índole en donde hay invitaciones continuas a estar accionando, lo que provoca la sensación de inestabilidad e inseguridad. A veces esto se manifiesta en altos niveles de autoexigencia. “En nuestra región latinoamericana, según estudios epidemiológicos de salud mental, los trastornos de ansiedad constituyen la segunda causa más discapacitante. Entonces, la ansiedad, también está vinculada a una cultura y a un momento histórico, donde las autoexigencias y crisis forman parte del ritmo cotidiano; hay demandas económicas, estéticas, morales, que incluso impactan de manera diferente en cada género”.
A todo esto hay que sumarle cuestiones específicas de la coyuntura, como por ejemplo la incertidumbre que produce la inseguridad o la violencia en sus distintos modos. “Eso hace que uno viva en estado de alarma sostenido. Esto se termina volviendo intolerable, porque un organismo no está preparado para estar continuamente habitando el riesgo de no accionar. Puede ser la inseguridad de quedarse sin trabajo, de que te roben, de perder un ser querido, de no cumplir un mandato social, etc.”.
Entonces se puede afirmar que en la actualidad estamos en una sociedad ansiógena, en la cual las personas viven en estado de aviso constante, de temores, y de querer estar siempre en otro espacio y tiempo. “Esto va denigrando las oportunidades de bienestar. Esa sensación de querer estar siempre en otro lado es una metáfora muy clara de la ansiedad. El estar anticipándose con irritación frecuentemente se vuelve un hábito de pensamiento. Es intentar habitar un futuro sin transcurrir el presente.”.
En ocasiones, la ansiedad nos prepara para algo negativo que pueda pasar, porque buscamos anticiparnos a los hechos pero vinculados al temor. “Lo que pasa es que este estado emocional no aparece con un objeto determinado o una situación específica. Miedo puedo tener a algo específico, como por ejemplo a las arañas, pero en la ansiedad parece algo generalizado: no sé qué va a pasar pero me anticipo a que no va a ser tan bueno”.
Síntomas comunes que muchas veces no detectamos
Manifestaciones como los ataques de pánico se han vuelto moneda corriente, al punto que la mayoría de las personas tiene al menos una breve noción de lo que se trata. “Está vinculado a la ansiedad, son estados emocionales descontrolados y displacenteros. Dificultades al respirar, sudoración, aumento del pulso cardíaco, entre otros síntomas. El cuerpo se encuentra atravesado por la alarma y el sufrimiento”.
La red de síntomas asociados se vinculan a diferentes funciones humanas, pueden implicar trastornos de sueño, sexuales, digestivos e incluso consumos varios. “No podemos descansar bien si el cuerpo se mantiene en tensión incesantemente, tampoco se dispone bien para la digestión o incluso para la vida sexual. La ansiedad no es buena compañera de ninguna situación placentera. Miremos también al tránsito y el vértigo de las ciudades, esperar es un imposible para muchas personas. También analicemos a la infancia, esta se ha constituido en un campo fértil donde se expresan conductas y comportamientos en clave de ansiedad”.
La ansiedad desmedida y sus síntomas vinculados eran propiedad del mundo de los adultos pero, al estar configurada de esta manera la sociedad, ha alterado el modo en cómo desde la infancia se participa de los espacios y en como la educamos. “El movimiento forma parte de la infancia y es necesario. El problema está cuando es un movimiento que no está acompañado de ningún control, ni de ningún sentido. En esta instancia se le dificulta al niño o a la niña participar de actividades, sea un espacio escolar o incluso en un espacio de juegos. La atención y los límites se vuelven un gran desafío. Vemos que la infancia tiene una sensibilidad evidente para reproducir rápidamente lo que nos ocurre como sociedad.”.
La autoexigencia y su expresión en la ansiedad, es un factor que está presente en todas las edades, y cada vez personas más jóvenes presentan problemas relacionados con ella. “Hay que reconocer que hay diferentes niveles de ansiedad. En la medida que uno pueda ir reconociendo, controlando y trabajando con diferentes herramientas estas sensaciones, las estrategias a implementar son diferentes. A veces con reconocer ciertos hábitos de vida alcanza, pero cuando la ansiedad adquiere niveles de sufrimiento que obstaculizan sistemáticamente momentos importantes de la vida, es necesario recurrir a profesionales”.
Ansiedad y redes sociales: una ecuación compleja
La ayuda de un profesional es clave porque permite llevar adelante un proceso para poder resignificar los niveles de autoexigencia, construir rutinas más saludables. También es una tarea pensar cómo utilizar de otras maneras las herramientas que forman parte de nuestra comunicación. “Las tecnologías y su oferta continua de redes sociales no son responsables automáticamente del uso que le damos. Pero hay que reconocer que están diseñadas para captar nuestra atención y para provocarnos con gran precisión.”.
Corvalán resaltó que es necesario impulsar una educación mediática centrada en cómo participar y utilizar las redes sociales. “Es importante reconocer que tienen un objetivo concreto, atrapando la atención para ofrecer, por medio de algoritmos, determinados productos y modos de vida. Se activan mecanismos de recompensas a través de los ‘likes’, generando ilusiones de aceptación y una búsqueda adictiva de más ‘me gusta’.”
La ausencia de cuidados y de escuchas en otros ámbitos, en opinión del profesional, puede incrementar esta necesidad de querer pertenecer acríticamente a un grupo, lo que conlleva a reproducir patrones requeridos para ser parte. “Puede ser peligroso que el único lugar de contención de nuestro jóvenes sean las redes sociales, en una navegación sin rumbo disociada de la mirada y el cuidado adulto. La comunidad virtual instrumentada por corporaciones contiene desde mecanismos de placer que pueden generar una necesidad de inclusión a cualquier costo”.
Todo este panorama condiciona nuestras maneras de vivir y transitar los momentos, acelerando frenéticamente el tiempo, queriendo estar en el después. “Estamos expuestos a estímulos variados en este tipo de sociedad, y a menudo con pocas estrategias de dominio. Es imprescindible reflexionar sobre nuestras formas de vida, construir comunidades de cuidados y comprender mejor los desafíos del mundo en el que vivimos. Es posible resignificar el papel que tiene la ansiedad en nuestras vidas, quitarle el protagonismo y asumir el nuestro, pidiendo ayuda si es necesario”, finalizó el psicólogo.
Periodista: Gonzalo J. García/Fotógrafa: Camila Casero.
Fuente: Universidad Nacional de Rosario