El Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras convoca a reflexionar, luego de dos años de pandemia, en torno al significado de ‘parar’, las desigualdades y la realidad de las femeneidades en un contexto socioeconómico de precarización y superexplotación del trabajo.
Al respecto, Florencia Rovetto aportó una mirada necesaria desde el momento histórico que nos atraviesa, post aislamiento por Covid-19. Con motivo de la conmemoración mundial de la lucha por la igualdad de derechos entre los géneros, el 8M invita a repensar el lugar que ocupan las mujeres y las disidencias en la agenda de las políticas públicas. “En los últimos años se produjo un fuerte proceso de feminización de la pobreza, con mayores niveles de desigualdad. Lo que vimos después de la pandemia y las medidas sanitarias de aislamiento fue un empeoramiento de las condiciones de vida y subsistencia, afectando mayoritariamente a las mujeres”, sostuvo Rovetto.
La docente de la Facultad de Trabajo Social explicó que las brechas salariales y económicas datan de varios años y se profundizaron a partir de políticas neoliberales implementadas a nivel global y -particularmente- en Latinoamérica y Argentina. “Eso afectó principalmente a las mujeres, que en la mayoría de los casos están a cargo de hogares monoparentales o que se encargan de las tareas de cuidado y, por lo tanto, tienen menos posibilidades de inserción laboral y profesional”, remarcó.
La pandemia por Covid-19 agudizó las problemáticas relacionadas con el acceso a la vivienda, a la salud y al empleo. Al respecto, la docente mencionó que “en el contexto de aislamiento, con reducción de posibilidades de inserción en el mercado laboral, las que menos posibilidades tenían seguían siendo las mujeres y eso empeoró las condiciones de vida de gran parte de la población, sobre todo de la población femenina, jóven, y de niñes”.
Rovetto es también integrante de la Comisión Interdisciplinaria del Observatorio de Violencia Laboral y de Género de CONICET. En sus palabras, aún frente al contexto de adversidad se pudieron imprimir estrategias de resistencia para sobrevivir, a través de la construcción de algunas redes de sostenimiento, de acompañamiento y de cuidados, “ligadas a las militancias barriales y a los modos de organización de la vida cotidiana a nivel territorial”. Mencionó “la asistencia alimentaria en villas y sectores más vulnerables, el cuidado colectivo, las ollas populares y merenderos”, y destacó que “eso también fue protagonizado por las mujeres, que ya venían cumpliendo esas tareas y que en el contexto de la pandemia tuvieron que reforzarlas”.
Acciones ante las violencias durante el aislamiento
La imagen del encierro no eclipsó la presencia del movimiento feminista y disidente en el país. “Si bien no estábamos en las calles y el debate, las reivindicaciones y los paros parecieron paralizarse durante los dos años intensos de aislamiento, se produjeron muchas cosas en el Estado y en las organizaciones para garantizar el acceso mínimo a los derechos que se habían conquistado”, destacó la investigadora. Asimismo, remarcó que tales avances se deben a que “desde finales de 2019 muchas de las militancias feministas que protagonizaron las luchas estaban ubicadas en instituciones estatales: se crearon ministerios, secretarías, áreas, programas”.
En ese sentido, indicó que “se pudieron visibilizar las situaciones de violencia que –producto del aislamiento– se daban más agudamente al interior del ámbito familiar, se habilitaron esquemas de protección para niñes y femeneidades, teléfonos de emergencia nacionales, recurseros para quienes necesitaran espacios de contención o de denuncia y se generaron estrategias para garantizar el aborto legal por causales, hasta la aprobación de la ley a finales del 2020”. Además se refirió a la Ley Micaela y a la circulación masiva de sus contenidos: “Eso fue una forma más de resistencia, pero también de pedagogía y de sensibilización, que no tiene la espectacularidad de la huelga masiva”.
Rovetto enfatizó en que “necesitamos seguir incomodándonos, pensando en una construcción colectiva como condición de posibilidad para transformar la sociedad injusta y desigual en la que vivimos. Imaginar respuestas a la violencia basadas en políticas públicas duraderas, centradas en la prevención pero también en la interpelación, en el acompañamiento, en la reparación. Necesitamos seguir construyendo una comunidad que dé sentido al vivir en una sociedad cada vez más justa e igualitaria”.
Este año se realiza el tercer Paro Internacional Feminista y Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travesti y Trans, que en Argentina levantará como bandera la consigna La deuda es con nosotres y nosotras. ¡Que la paguen los que la fugaron! Nuestra Universidad adhiere a las actividades que se desarrollarán el 8 de marzo, a través de la Resolución Rectoral N° 116/22.
Fuente: UNER medios