Podemos mirar bien de cerca el fondo del río y redescubrir especies tan sorprendentes como las del océano en el Acuario del Río Paraná. Entre los ejemplares hay varios que llaman la atención por su tamaño, colores o comportamientos como el pulmonado, el camarón fantasma, la raya y la vieja del agua y están los más conocidos, dorado, surubí, armado y boga.
Un equipo de acuaristas bucean en las enormes peceras y se ocupan de todos los cuidados: el agua, la alimentación, las cuarentenas, el bienestar animal y recrean los ambientes del río donde viven, como el bañado, el madrejón, la laguna o la barranca. Uno de ellos, el Licenciado en Biotecnología Fernando Lo Menzo, cuenta que seleccionan las especies que van en cada uno de esos ambientes, siempre que sean compatibles, que no se depreden o enfrenten entre sí y este ensamble se va manteniendo o modificando en el tiempo según las necesidades. Como de muchas especies no hay bibliografía, van aprendiendo los hábitos de cada una y adaptándose.
Actualmente hay cerca de 2000 ejemplares de más de 100 especies del río. La más común es el sábalo, que ocupa el 60% de la población ictícola y es la base de toda la cadena alimenticia del Paraná. Y hay otras como el pacú que ya no se pesca en nuestra zona pero sí más al norte.

Los más conocidos son los que se pescan y comen pero hay otras especies no tan comunes que llaman la atención de los visitantes. Por ejemplo, el pulmonado que es como una anguila que tiene que salir a tomar aire atmosférico en lugar de oxígeno del agua. O las viejas del agua, que no son coloridas, pero comen algas y colocan su boca como ventosa en las paredes de la pecera. Con el interés que despertó el streaming del Conicet en las profundidades del mar, cobró fama el camarón transparente, llamado “fantasma” y las rayas que son grandes con lunares.
Sobre las temidas palometas y sus dientes filosos, “tratamos de no demonizarlas”, dicen. Explican que su comportamiento está relacionado a los ciclos de vida: en verano aumenta la temperatura y también su metabolismo, baja el agua del río, están en su etapa reproductiva y son muy territoriales. Lo mismo ocurre con las rayas por estar en el lugar y momento equivocado. En el acuario estas condiciones están controladas y son inofensivas. “Me toca bucear donde están las palometas y nunca fui atacado”, cuenta el acuarista.
En este Centro Científico Tecnológico y Educativo, además de la sala de acuarios que cuenta con códigos QR para acceder a información de cada pez, existe un parque autóctono de especies vegetales de la provincia y un laboratorio dedicado a estudios de peces del río y su ecosistema. Tanto para las escuelas como para todos los visitantes se promueve una educación ambiental integral. “Hay una integralidad entre investigación, vinculación y educación alrededor de la generación de conocimientos”, dice la directora provincial de proyectos especiales de la Secretaría de Ciencia de Santa Fe Bárbara Bercovich.https://www.instagram.com/p/DM8VRTrOz5E/embed/captioned/?cr=1&v=14&wp=1012&rd=https%3A%2F%2Funr.edu.ar&rp=%2Fviaje-a-las-profundidades-del-rio-parana%2F#%7B%22ci%22%3A0%2C%22os%22%3A1680.0999999996275%2C%22ls%22%3A967.7999999998137%2C%22le%22%3A1545.5%7D
Biotecnología Acuática
Un equipo de investigadores de la UNR y el CONICET trabaja para generar conocimientos sobre el río Paraná, desde caracterizar las especies que lo habitan, la diversidad, cómo afectan las acciones humanas, hasta generar herramientas para la producción.
Su directora, la Dra en Ciencias Biológicas Vanina Villanova explica que para caracterizar la diversidad sin tener que ir a pescar, toman muestras del agua, la filtran y analizan el ADN que queda. Este tiene que coincidir con una secuencia génica para definir a qué especie corresponde. Como contaban con 150 secuencias pero hay alrededor de 230 especies en nuestra zona del río, en el último tiempo el equipo se dedicó a completar esa base de datos.
Una de las líneas de investigación consiste en evaluar la diversidad genética de las poblaciones de sábalo y pacú del río Paraná. En el caso del sábalo, observar si hay algún efecto por la bajante del río o la pesca a lo largo de los años y para el pacú, comparar la diversidad y los stocks de las poblaciones de cultivo con las silvestres.
“Es impresionante la cantidad de especies del Paraná que no conocemos o conocemos muy poco”, dice Villanova quien considera que esta caracterización a nivel genético suma una herramienta más para descubrirlas. Por ejemplo, sobre el salmón de río, que se considera población vulnerable, estaba descripta una sola especie en nuestra zona, pero a través de estudios genéticos encontraron que en Corrientes había dos, y ahora también las encontraron en nuestra zona. Entonces surgen los interrogantes acerca de por qué antes no estaban y ahora sí o quizás siempre estuvieron y no habían sido distinguidas o estudiadas. Para la biotecnóloga, puede ser que el cambio climático afecte las condiciones del río, con variaciones en los pulsos de sequía e inundación, lo que traería modificaciones en la distribución de las poblaciones de peces.

En la parte externa del Laboratorio hay tanques con reproductores de pacú y pejerrey. El año pasado uno de los investigadores se dedicó a la alimentación del pejerrey para cultivo dado que su carne es muy requerida en el mercado. Y en el caso del pacú estudian qué les pasa a nivel inmunológico y de respuesta a estrés cuando son sometidos a bajas temperaturas porque no pueden regular la propia, sino que dependen del ambiente. Asimismo analizan si las bacterias del intestino tienen alguna influencia o no en esa respuesta al frío. “En las zonas de cultivo de pacú, si baja mucho la temperatura, hay susceptibilidad a enfermedades y puede haber mortandades”, afirma Villanova.
También estudian la determinación sexual en pacú porque es una especie que a simple vista no se distingue si son machos o hembras, excepto al momento de la reproducción, cuando los peces ya están maduros a los dos o tres años. Para la investigadora, este conocimiento básico puede tener aplicaciones en el cultivo y la producción de peces.
A todos estos estudios se sumaron dos nuevos: uno sobre bacteriófagos que son los fagos que infectan a las bacterias y producen una modulación a nivel ambiental. Estos se utilizan en acuicultura, como una estrategia alternativa al uso de antibióticos en todas las producciones animales. Y, por otro lado, están trabajando en la caracterización de metagenomas, es decir, genomas bacterianos asociados a distintas producciones para generar una acuicultura más sustentable.
El Laboratorio actualmente se sostiene gracias a los servicios tecnológicos que ofrece. Por ejemplo, a través de los STAN (Servicios Tecnológicos de Alto Nivel) del CONICET, brindan servicios a la empresa Teko del grupo Puerto Las Palmas del Chaco, uno de los productores más grandes de pacú de Argentina. Como organizan sus reproductores de acuerdo al parentesco y la diversidad genética, el trabajo de los investigadores es monitorear esa población en cautiverio para observar si hay o no erosión a lo largo de las generaciones y qué pasa en el centro de cultivo. Asimismo, a través de la Facultad de Ciencias Bioquímicas, brindan servicios de secuenciación tanto a empresas como a otras Universidades. Esos ingresos se vuelcan al Laboratorio para poder continuar con las investigaciones. “Esto es posible porque hay personas con mucho entusiasmo por la ciencia y a pesar de las malas condiciones económicas, buscamos opciones para poder subsistir.”
Periodista: Victoria Arrabal/Fotos: Acuario
Fuente: UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO