A poco tiempo de haberse cumplido seis años de la primera marcha Ni una menos, realizada en el 2015, es fundamental seguir pensando qué sucede en nuestra sociedad en relación a la violencia contra la mujer. Desde una arista diferente, una investigación de la Universidad Nacional de Entre Ríos retoma esta problemática y se pregunta cómo es la experiencia de las víctimas de violencia cuando transitan el circuito, a veces desconocido, que comprenden las casas de acogida.
La construcción de la mujer en una sociedad machista está configurada por una diversidad de factores que delimitan al género femenino desde una perspectiva determinada. Desde niñas son definidas por el mercado, el Estado y las construcciones sociales que las rodean sufriendo, muchas veces, violencia estructural y cultural. A través de un proceso sigiloso y paulatino se van asentando estos estereotipos. Por ello nada es aleatorio y las subjetividades devienen de un contexto que les da forma. Comprender esto es necesario para analizar la violencia que se ejerce contra las mujeres. Sin embargo, en el análisis de la problemática suele olvidarse el hecho de que estos estereotipos a veces continúan reproduciéndose en los refugios a los que recurren en busca de ayuda.
En este contexto Isela María Firpo junto a su equipo de investigación de la Facultad de Trabajo Social-UNER (conformado por Luciana Soledad Basso, Jesica Johanna Kerbs, María Cristela Ramirez y Natalia Cecilia Reniero) indagan las intervenciones profesionales que se dan en los refugios para mujeres víctimas de violencia en Entre Ríos. El trabajo se realiza a partir del análisis de instituciones de la provincia, específicamente de la ciudad de Paraná y Concepción del Uruguay. Algunas de las preguntas que retoman se refieren al porcentaje de mujeres víctimas de violencia que concurren, qué edades tienen, cuál es su lugar de procedencia y clase social, con qué presupuesto cuentan estos establecimientos, qué profesionales trabajan allí y si han podido acceder a las capacitaciones en perspectiva de género. Además de qué repercusiones tienen su accionar en los pensamientos y vínculos de las mujeres que se encuentran en el lugar. El interés en esta problemática surge a partir de la inexistencia de información oficial sobre la situación en que se encuentran las casas y hogares que acogen a mujeres víctimas de violencia en la provincia. En la actualidad se encuentran analizando la información recabada a partir de entrevistas en profundidad a los profesionales que intervienen en estos espacios.
Fotografía de Paula Kindsvater
Desde una perspectiva de género
Esta investigación se inscribe en una línea que el equipo trabaja desde hace más de una década, a partir del estudio de distintas problemáticas abordan la construcción social de la subjetividad desde la perspectiva de género. Comprendiendo que estas se construyen a lo largo del tiempo y en diversos escenarios. Los mecanismos fragilizadores que sufren los jóvenes de sectores sociales desfavorecidos por parte del Estado producen situaciones de desamparo. Como afirma el equipo de investigación, la violencia que se puede llegar a ejercer desde distintas instituciones del Estado completa un circuito en el cual las mujeres son dejadas morir o caer. Esto termina por rectificar las configuraciones que las define como población “sobrante” o ese otro que no es digno de ser llorado.
Desde el análisis de estas situaciones plantean una categoría central en su trabajo: ruta crítica. Desde allí reconstruyen la dinámica que se da entre dos lógicas: las acciones, decisiones y reacciones de las mujeres víctimas y las respuestas de las instituciones. Las cuales están condicionadas por elementos estructurales, los marcos de referencia de los agentes que allí trabajan y los modos en que esto se traduce en las intervenciones que realizan. Como afirma Isela, estas situaciones actúan “sobre las subjetividades de las mujeres víctimas de violencia, fortaleciendo o debilitando su decisión de emprender y continuar el recorrido en busca de ayuda y soluciones.” El desamparo producto de gestos que desde fuera parecen pequeños, en una situación límite como esta, pueden llevar a que las mujeres se vean desanimadas en su lucha.
Podríamos preguntarnos cómo surgieron las categorías que definen esta problemática central en nuestra sociedad, el término violencia de género nació como un modo de definir determinados sucesos bajo una misma rúbrica para diferenciarlos de otros modos de violencia. Así se visibilizan estos hechos no como sucesos aislados sino inscriptos en un contexto y delimitados por características similares. En la Ley Nacional nº 26.485 el término utilizado es violencia contra las mujeres, según los investigadores es una categoría más adecuada ya que la palabra contra plantea un empoderamiento por parte de la víctima quien está defendiendo sus derechos, además de posicionar a los/las operadores de las casas de acogidas como sujetos activos que participan de una contienda en la que tienen injerencia. De este modo se pone en debate cómo lo personal es político, un punto central en esta investigación, ya que corre la problemática de lo privado y hace responsable al Estado de las acciones que llevan a cabo y sus repercusiones. Así, se instala este tema en la agenda pública y comienza a romper la dicotomización errada entre lo individual y lo colectivo, lo público y lo privado, ya que estos espacios se entrecruzan y retroalimentan.
Es así que el modo en que las sociedades se configuran en sus espacios públicos repercute y le da forma a lo privado, esto no quiere decir que lo personal sea inmediatamente político pero plantea que la violencia machista no es un problema personal. Así se habilita una lucha que va más allá y busca generar políticas públicas que amparen a las mujeres y acabe con la violencia que se ejerce contra ellas. Entonces debemos continuar cuestionando lo que hacemos como sociedad desde nuestras instituciones y al interior de nuestros vínculos para construir otros modos de relacionarnos más sanos, comprensivos y sin violencia. De allí la importancia de comprender qué circuitos atraviesan las víctimas luego de la solicitud de resguardo y cómo están estructuradas las casas de acogida, pensándolos como espacios fundamentales en este camino que ellas transitan.