Un estudio coordinado por la UNL traza el perfil de los trabajadores de las plataformas de reparto en la ciudad. Generalmente es una actividad complementaria. Valoran la flexibilidad horaria para combinar con sus estudios u otro trabajo y también la ausencia de «jefes». Las mujeres entrevistadas sufrieron acoso y el robo de sus bicis.
En Santa Fe, los repartidores de aplicaciones como PedidosYa, Rappi o Uber responden a un perfil cada vez más definido: en su mayoría son hombres, muy jóvenes -entre 19 y 25 años- y muchos de ellos cursan estudios superiores. Así lo revela una investigación latinoamericana que en Argentina coordina la Universidad Nacional del Litoral (UNL), en conjunto con las universidades de La Plata y Entre Ríos, y que busca conocer cómo viven y perciben su trabajo quienes se dedican al reparto a través de plataformas digitales.
Andrea Delfino, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNL, explicó a El Litoral que el relevamiento comenzó en 2020, cuando la pandemia aceleró la llegada de estas aplicaciones a ciudades intermedias como Santa Fe.
En la investigación que coordina, se entrevistó a 20 trabajadores: 14 varones y 6 mujeres. «No se trata de un porcentaje representativo, porque nuestro trabajo no es estadístico sino cualitativo. Lo que buscamos fue profundizar en las experiencias y características del trabajo, por eso hicimos entrevistas en profundidad. Podemos decir que es un sector muy masculinizado, con presencia de mujeres pero todavía minoritaria y esta es una característica a nivel global», indicó Delfino.
«Es una actividad mal remunerada en todo el mundo», dijo Andrea Delfino, docente e investigadora.
Actividad complementaria, flexible y «sin jefe»
Una particularidad santafesina es la edad y el tipo de dedicación. «Los repartidores que entrevistamos son mayoritariamente jóvenes, entre 21 y 29 años, mientras que en otros países hay jóvenes pero también adultos. En general, no lo tienen como trabajo exclusivo, sino como actividad complementaria de los estudios o de otro empleo. Muchos viven con su familia de origen. En otras ciudades, como en Brasil, la mayoría vive de esto y trabaja hasta 16 horas diarias», destacó.
Los repartidores valoran dos cuestiones de su actividad: la flexibilidad horaria y la idea de «no tener jefe». Sin embargo, Delfino matizó: «Esa flexibilidad no es total; depende del ranking que les da la aplicación para elegir turnos la semana siguiente. Y también están sujetos a pautas que marca el sistema. Además, aunque no haya un jefe humano, el control existe: la app define tiempos de entrega, cantidad de rechazos permitidos y sanciones».
Ingresos bajos y condiciones laborales
Con respecto a los ingresos, la investigación detectó diferencias entre lo que los trabajadores declaran y lo que realmente les queda en mano.
«Hay que aclarar que ellos no tienen salario: cobran por envío realizado. Cuando se les consulta por ganancias, ellos tienden a decir el bruto, pero no cuentan gastos como monotributo, combustible o plan de celular. Cuando hacemos ese cálculo, y restamos los gastos, el ingreso neto se reduce a un rango de ganancia similar a un salario mínimo -alrededor de 300.000 pesos- o un sueldo medio», dijo la investigadora. Y añadió: «Es una actividad mal remunerada en todo el mundo«.
Aunque muchos están inscriptos en monotributo porque lo exige la empresa que domina más el mercado en Santa Fe, «lo que más les pesa de las condiciones laborales es no poder trabajar cuando se accidentan, porque no tienen respaldo. Por lo demás, se da una transferencia de costos de la empresa al trabajador».
En América Latina ya hay países que avanzaron en regulaciones –Chile, Uruguay, México y Colombia-, mientras que en Argentina no existe aún una normativa nacional. Sin embargo, Delfino aclaró: «Si se avanza en una regulación, ellos piden mantener la flexibilidad horaria y siguen rechazando los esquemas tradicionales de empleo con horarios fijos y rígidos».
Otra cuestión particular de la ciudad, es que las empresas de reparto no tienen locales instalados acá. «Si bien la regulación municipal lo exige por ordenanza, los levantaron en pandemia y nuestros informantes nos dicen que prefieren pagar la multa. Lo que sucede es que los repartidores no tienen dónde ir a quejarse si la empresa no les transfirió el pago quincenal o hizo mal el cálculo. Lo hacen por chat pero no obtienen respuesta», precisó Delfino.
Mujeres: acoso y robos
El proyecto, que compara resultados de Argentina, México, Colombia, Brasil y Uruguay, continúa en desarrollo y prevé una publicación regional el próximo año.
El capítulo de estudio sobre las mujeres repartidoras es uno de los que tendrá adelantos en el próximo mes. No obstante, Delfino anticipó que las entrevistas arrojaron que las trabajadoras se enfrentan a situaciones específicas de género: «Encontramos casos de acoso sexual, tanto de clientes como de compañeros de trabajo. También aparece la necesidad de una mayor flexibilidad horaria para conciliar con otras tareas».
Las 6 mujeres consultadas en el estudio sufrieron el robo de las bicis (la foto es solo ilustrativa).
En Santa Fe surgió una particularidad: «Todas las chicas entrevistadas que repartían en bicicleta fueron robadas. Como estrategia, decidieron dejar la bici y comprarse una motito. Es algo que no apareció en otras ciudades y constituye un rasgo local fuerte».
Consultada sobre qué pasa con los varones, la investigadora dijo que el robo y la violencia callejera atraviesan a todos los repartidores, independientemente del género. «La cuestión de la seguridad es una preocupación absolutamente presente. En Santa Fe, incluso, fue el eje de movilizaciones y reclamos bajo la consigna de ‘delivery seguro'», señaló Delfino.
Educación, otra particularidad
Finalmente, destacó otro rasgo distintivo: «En Santa Fe, la mayoría de los repartidores terminó la secundaria e inició estudios terciarios o universitarios, algunos los sostienen y otros los abandonaron. Pero eso es una característica muy particular de nuestra ciudad que, por ejemplo, se contrapone con Brasil, donde muchos repartidores no completaron la secundaria».
Fuente: El Litoral