Una investigadora de la Universidad Nacional de Rosario estudia aquellos ecosistemas que viven en las hojas de los libros y se alimentan de ellas.
Suele decirse que dentro de las páginas de un libro puede descubrirse un universo nuevo. Sin embargo, no es sólo en sus palabras, frases y oraciones donde se puede aplicar este concepto, sino literalmente dentro de sus páginas existe todo un mundo que normalmente ignoramos pero que está ahí. Carolina Zoppi, investigadora del flamante “E-Lab”, ubicado en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, estudia aquellos organismos que viven en las hojas de los libros y las devoran.
“Podríamos llamarlos bibliófagos, son insectos que comen papel. No son nuestros enemigos, sino que son seres vivos que buscan lo mismo que nosotros: casa, comida y tranquilidad. El problema es que se constituye en algo nocivo para nuestro patrimonio cuando deciden alojarse en ellos”, especificó la especialista.
Uno de los ejemplos más comunes, de los que todos tenemos alguna experiencia, es cuando se abre un libro viejo que estuvo guardado por mucho tiempo y se observan puntos negros en sus páginas o polvillo de diversos colores. Incluso, en muchas ocasiones, se puede observar al famoso “pececillo de plata”, una especie de escorpión diminuto de color gris que huye despavorido ante nuestra presencia.
“Cuando vemos este tipo de huellas significa que el problema ya está instalado, por lo cual debemos revertirlo para poder preservar el documento o libro. Si no, va a ir degradándose hasta perderse por completo”, comentó.
Zoppi resaltó que es importante estudiar estos insectos porque no se puede defender el patrimonio si no se conoce como cuidarlo correctamente. “No existe acceso público a la información como derecho humano sin una conservación preventiva. Al estudiarlos, los identificamos, comprendemos cómo actúan, el daño que le han hecho al soporte, y podemos armar un buen análisis para dar con el tratamiento específico”.
En palabras de la especialista, “toda infección se puede solucionar”, pero el mejor tratamiento para evitarlo es poder tomar las medidas necesarias para que nunca aparezcan estos insectos. “Por eso apostamos a la conservación preventiva, no esperar el momento de la infección, sino que trabajar con anterioridad para evitarla. Porque no sólo traen problemas a las hojas de los libros sino también a las personas que manipulan ese material. La manera es que estas plagas no encuentren un ambiente agradable en nuestros patrimonios”.
Se puede hablar de tratamientos generales donde se controlan niveles de humedad, luminosidad, entre otros factores, y de tratamientos particulares para cada ocasión. “Todo el equipamiento científico-tecnológico que adquirió el E-Lab nos sirve para particularizar las plagas y encontrar los mejores tratamientos”.
Lo que es importante comprender es que más allá de cualquier proceso que se realice, si el libro recuperado es depositado en un lugar no apto, con niveles de humedad, iluminación y temperaturas irregulares, se va a volver a contaminar. La conservación preventiva no solo trabaja con los bienes patrimoniales, sino que también debe hacerlo con las personas encargadas de resguardarlos.
Las diversas causas que atentan contra nuestros libros
Carolina estudió Historia en la Universidad Nacional de Rosario, pero le surgieron interrogantes que la motivaron a seguir buscando otros caminos. “Salíamos a hacer trabajos de investigación con el contenido de las obras, pero no hablábamos de la materialidad de las mismas. Sentía que me faltaba algo, así que también estudié bibliotecología para entender mejor el mundo de los libros, pero aún no encontré lo que buscaba. Hace 10 años presenté un proyecto en la Universidad para formarme en restauración de documentos en la Universidad Nacional Autónoma de México, pionera en el área, y gracias a una beca de la UNR pude ir. Soy conservadora restauradora de bienes patrimoniales especializada en papel”.
La especialista explicó que hay dos grandes causas que afectan a las hojas: las extrínsecas y las intrínsecas. La primera significa que el daño proviene de afuera y la segunda que el mismo viene de adentro. En el caso de los insectos en cuestión, la causa es claramente extrínseca porque el problema viene de afuera, y puede llegar a ser más fácil llegar al proceso indicado para revertirlo.
Esto lleva a preguntarse, ¿Qué sucede con algunos procesos intrínsecos comunes como por ejemplo las hojas amarillas? “Esto tiene que ver con cómo se hizo el papel en su momento, qué tipo de celulosa se trabajó, cual fue el blanqueamiento realizado, que químicos se utilizaron, etc. Hubo una época en la historia donde se sostenía que lo blanco era sinónimo de bueno, y esto también sucedió con el papel, por lo que se blanqueaban al extremo. Es un proceso muy agresivo, que nos da un producto blanco, pero con el paso del tiempo se va transformando en amarillo porque se comienza a oxidar. Sucede que las cadenas de celulosas comienzan a quebrarse, romperse, y luego se desintegran. Por eso, nos encontramos con libros del 1700 en mucho mejor estado que ejemplares de mediados del Siglo XX”.
Zoppi dejó en claro que esta causa es muy difícil de revertir, pero si es posible de detener. “Nosotros hacemos lo que se llaman estabilizaciones: recibimos un material, lo tratamos química y físicamente para detener el deterioro y que sobreviva. No vamos a recuperar lo que se perdió, pero si vamos a evitar que se siga sucediendo”.
El E-Lab, un laboratorio archivístico único en la provincia de Santa Fe
Las nuevas instalaciones del E-Lab se inauguraron a principios del mes de julio, y conforman el primer laboratorio documental patrimonial de Santa Fe y de gran parte de la Argentina. Cuenta con un equipamiento técnico-científico que se proyecta en una estructura integral, precursora en la conservación, digitalización y puesta en valor de archivos.
El laboratorio está a cargo del Instituto de Investigaciones “Dr. Adolfo Prieto” y sintetiza la doble potencia de saldar históricas deudas en políticas públicas orientadas al patrimonio histórico, cultural y artístico local y regional, y responder a los actuales desafíos que impone la sociedad de la información en el acceso a los conocimientos en tanto herramienta clave en el ejercicio de la democracia y en la producción de nuevas líneas de investigación.
“Estamos haciendo un sueño realidad. Es un orgullo que por primera vez se haya escuchado propuestas que se vienen militando desde hace años. Es único en la Universidad, región y en el país en general, porque la mayoría de los laboratorios se dedican a un área en específica, pero nosotros apostamos a la integralidad. Nuestro objetivo es ayudar a que el patrimonio de nuestra comunidad trascienda y perviva más allá de nosotros”, describió Zoppi y agregó: “También trabajamos fuertemente la preservación preventiva, haciendo una pedagogía de la misma. En la pandemia se instaló una política del cuidado y nosotros venimos a fortalecer eso: si estamos en la calle con guantes, pero luego trabajamos horas relevando información de un documento antiguo que no está preservado, esa contaminación que no vemos con nuestros ojos nos puede ir trayendo aparejados distintos problemas y encima los podemos trasladarla con nosotros, perjudicando a otras personas”.
De esta manera, la UNR tiene en su estructura un espacio para salvaguardar el patrimonio documental, poniendo el foco en la conservación, digitalización, organización y comunicación pública. “Estamos trabajando para la Universidad, pero también para la comunidad entera, derribando falsas fronteras y paredes, saldando una necesidad”.
Periodista: Gonzalo J García/Fotógrafa: Camila Casero.
Fuente: Universidad Nacional de Rosario