Un equipo de investigación de la UADER evaluó las consecuencias y las posibles soluciones a la actual crisis de polinizadores debido al uso desmedido de herbicidas en los cultivos para combatir plagas.
Los pesticidas se volvieron insumos habituales en las chacras del país: contribuyó a su expansión la necesidad de hacer rendir los cultivos en espacios medianamente reducidos para recibir una cierta retribución. Su uso se volvió indiscriminado, sin restricciones ni controles y sus consecuencias comenzaron a ser visibles en el ecosistema: la contaminación afecta a otros organismos que no constituían su objetivo particular, y también se trasmite a alimentos de consumo humano.
¿Cómo se mide la eficacia de un método para controlar plagas? ¿Cuál es el límite de las desventajas aceptables, el exterminio de polinizadores o la presencia de pesticidas en los alimentos de las góndolas? Un equipo de investigación del Centro de Investigación Científica y de Transferencia Tecnológica a la Producción, (UADER-Conicet), conformado por Diego Blettler y Guillermina Fagúndez,publicó un artículo sobre la crisis de polinizadores, la problemática de los herbicidas y su presencia en alimentos producidos por las abejas. Allí plantean un recorrido por las consecuencias de esta problemática y sugieren posibles soluciones.
Una cucharada de pesticidas
Actualmente nos encontramos frente a una crisis de polinizadores: en Argentina se ha registrado una perdida de un 30% anual de colmenas de abejas polinizadoras. “Las abejas melíferas o Apis mellifera son actualmente los mayores agentes polinizadores biológicos de muchos cultivos y de una importante diversidad de especies vegetales.” Éstas se ven afectadas por diversos motivos: estar expuestas a los pesticidas en distintas situaciones, encontrarse cerca de cultivos o visitar flores que fueron rociadas por herbicidas o frecuentar fuentes de agua que provienen de lagunas o arroyos que están potencialmente contaminadas. Pero esto no solo afecta a las abejas directamente sino que expone a los productos comerciales derivados de ellas, como la miel y el polen.
En relación a esto, el equipo de investigación evaluó la presencia de glifosato, el herbicida más utilizado, en la miel y el polen. Al respecto, en otro artículo publicado afirman que “es alta la probabilidad de ingerir alguna cantidad de glifosato o AMPA con cada cucharada de miel que se consuma”. El AMPA es el ácido aminometilfosfónico, el principal metabolito de degradación del glifosato.
La presencia de estos residuos tóxicos en las colmenas y los productos de consumo humano derivados de las abejas, en ocasiones supera los límites máximos de residuos permitidos (LMR) o límites toxicológicos aceptables, que varían para las diferentes agencias de control internacional. Es importante destacar que no sobrepasarlos no garantiza la inocuidad de los alimentos y estar dentro de sus valores tampoco asegura que el nivel de residuos en los alimentos sea seguro.
De este modo, esta problemática es cada vez más relevante ya que afecta directamente a los apicultores, agricultores y consumidores. Representa pérdidas económicas, baja en el rendimiento agrícola por falta de agentes polinizadores y una probable contaminación de alimentos de consumo humano con pesticidas.
Las posibles soluciones
El equipo de investigación analizó diversas propuestas para abordar esta problemática y cuáles podrían ser las dificultades que se presenten al aplicarlas. Uno de los factores relevantes a tener en cuenta es que el glifosato y el AMPA tienen una tasa de degradación lenta lo que hace que persistan en el medio ambiente por más tiempo. Por lo que su aplicación ininterrumpida puede generar un ambiente contaminado.
Entre las propuestas se destaca la la posibilidad de ofrecer incentivos a los agricultores para restaurar hábitats amigables para los polinizadores. Para ellos podrían adoptar métodos de producción agroecológicos o prácticas tradicionales para preparar los suelos antes de la siembra, y de ese modo eliminar el uso de insecticidas y la pulverización de herbicidas para controlar las malezas. También proponen el uso de dispositivos específicos para reducir la deriva de agroquímicos por fuera del objetivo, y la posibilidad de implantar diversas especies florales en los bordes de los campos.
Sin embargo, estas alternativas, aunque parecen factibles, presentan ciertos problemas relacionados a la amplia área de vuelo de las abejas, la nula repelencia que producen en ellas los agroquímicos, el alcance de las pulverizaciones a las zonas aledañas a los campos llegando a la vegetación lindante, entre otras.
A partir de este análisis los investigadores plantean un abordaje más amplio que una búsqueda de soluciones parciales, evaluando integralmente las consecuencias de las intervenciones. De este modo, proponen un plan de ordenamiento territorial, lo que supone una alternativa más holística. Esto consistiría, a través de incentivos económicos, en instar a los productores a que en un mismo territorio coexistan chacras que utilicen el manejo tradicional, con pesticidas, pero restringidos a casos específicos y bajo ciertos controles, y así garantizar buenas cosechas rentables para el sector. En este sentido, los investigadores afirman que “estos productores deberán simultáneamente asegurar rotaciones, aplicando prácticas de control de erosión y uso eficiente del agua, y asegurando todo lo posible las parcelas de sembradío.” Con esta segmentación existirían diversas fechas de siembra creando una ventana de floraciones en los cultivos.
A través de esta propuesta se apunta a cambios en las explotaciones de un mismo territorio (no se focaliza en chacras particulares). De esta manera, se podrían intercalar agricultores con distintos perfiles de trabajo, algunos más orgánicos que incluyan controladores biológicos o ambientales en lugar de usar pesticidas. También se podría incentivar a que los productores implanten especies que aseguren parches de floración esporádicos y mejor distribuidos.
Para abordar está problemática se vuelve fundamental un trabajo integral entre distintas áreas para contemplar los intereses en juego y buscar soluciones factibles. Así resaltan la importancia de que el Estado, en conjunto con organizaciones intermedias y expertos en el área, discutan y elaboren estrategias que contemplen los intereses productivos y la necesidad de resguardar a las abejas y a la población en general, cuidando la presencia de agroquímicos en productos comestibles.