Los campos santafesinos muestran los índices más bajos de sustentabilidad en el uso del suelo a nivel nacional.
De acuerdo a un estudio en el que participó la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR junto a la UBA y otras instituciones del agro, los establecimientos agrícolas de Santa Fe tienen los niveles más bajos del país en prácticas sustentables para el manejo de la tierra. Se entiende por sustentabilidad la capacidad de adaptarse a las perturbaciones externas y perdurar en el largo plazo en los ejes ambiental, social y económico. En este sentido, las prácticas sustentables son aquellas que sirven para mejorar esos ejes.
La encuesta de la Red de Estudio de Sistemas (RedES) evaluó entre otros puntos la rotación de cultivos, el tipo de fitosanitarios que usan y si monitorean el estado del suelo. Los resultados mostraron que, en promedio, el nivel de sustentabilidad es de 6 sobre 10. Buenos Aires y Córdoba presentan los mayores niveles de sustentabilidad, Santa Fe los valores más bajos y las otras provincias se ubican en un punto intermedio.

“Pese a los esfuerzos y el compromiso de muchas instituciones que trabajan al respecto, los porcentajes de degradación del suelo siguen creciendo”, afirma el Titular de la Cátedra Manejo de Tierras de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, Sergio Montico. Los tipos de degradación que están reconocidos en la ley provincial 10552 se refieren a la acidificación, erosión hídrica, deterioro físico, deterioro químico y sus impactos en los sectores urbanos: anegamiento e inundación.
Entre las problemáticas locales, el Ingeniero Agrónomo explica que “no estamos acostumbrados a trabajar en cuencas como lo hacen muchos países del mundo”. Las cuencas son sectores delimitados por alturas en el terreno que juntan agua y lo drenan a un punto común. “No pensamos en un manejo del territorio en conjunto, sino en un manejo de la industria del lote”.
Otra dificultad es que debido a un “efecto dominó”, no se puede cosechar agua en los campos, un insumo altamente valioso para la producción agropecuaria. Los suelos deteriorados pierden porosidad, infiltración, el agua escurre, erosiona y cuando no erosiona porque no tiene pendiente, queda en la superficie.
A esto se suma el cambio climático y las modificaciones de tipo meteorológico. Según estudios de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura, hay variaciones observadas en el régimen de las lluvias que ahora son conectivas, torrenciales y en celdas. Los eventos extremos generalmente están siendo presididos por lluvias de baja a mediana intensidad. Es decir que llueve poco, satura el suelo, después sobreviene la lluvia torrencial y cuando encuentra el suelo húmedo, el agua no puede ingresar y escurre generando desde anegamiento hasta un proceso erosivo.
Además se está previendo a largo plazo una disminución de los días con precipitaciones, es decir que va a llover lo mismo en menos tiempo. “En relación a esto no estamos haciendo demasiado respecto al suelo o preparando las estructuras de control de sistematización y de drenaje de la tierra”, alerta Montico.
Suelos amarillos
Para entender cómo se pierde de la capacidad física del suelo, el investigador explica que la materia orgánica es la que hace que sus partículas estén unidas entre sí. De acuerdo a la cantidad que haya están más o menos juntas, hay más o menos poros y por lo tanto más o menos posibilidad de circulación de agua y aire. “Cuando un suelo se compacta, se densifica y no deja pasar ni el agua ni el aire, dos insumos importantes para la vida del suelo, las raíces y los cultivos”, aclara. Esto puede suceder por exceso de uso, porque no se cuida lo suficiente, por erosión hídrica o por tránsito.https://www.instagram.com/p/DLsciz9x9kI/embed/captioned/?cr=1&v=14&wp=1012&rd=https%3A%2F%2Funr.edu.ar&rp=%2Fel-suelo-un-recurso-vital-en-riesgo%2F#%7B%22ci%22%3A0%2C%22os%22%3A1008.5%2C%22ls%22%3A694.2000000001863%2C%22le%22%3A967.6000000000931%7D
En cuanto a la erosión hídrica, esta se produce cuando hay una precipitación importante y en la parte alta del suelo se junta una lámina de agua que se desplaza y va erosionando esta porción superficial hasta que se pierde, lo que genera una acumulación en sectores no deseados, entre muchos otros problemas. En este sentido Montico afirma que hay un problema de incapacidad de nuestro suelo de almacenar el agua necesaria para poder sostener la productividad local.
Desde el punto de vista agronómico agua y suelo son dos recursos importantes para producir. Un ejemplo: una lluvia de 35 mm que permite escurrir un 30% de agua, genera en una hectárea 100 metros cúbicos de agua. En 100 hectáreas son 10.000 metros cúbicos de agua, lo que equivale a 350 camiones cisternas sólo por un chaparrón. “Esta es agua libre que queda en el territorio dando vueltas que tendría que haberse cosechado en el lote y termina generando sedimentos y problemas asociados en la urbanidad. Cuando sobra empieza a pulsar sobre las napas y sube”.
El agua que no termina en los campos lo hace en los caminos rurales. Santa Fe tiene 66.000 km de caminos rurales por lo que genera un déficit de conectividad en el día a día. “Tenemos una infraestructura obsoleta y anárquica, con alcantarillas, badenes, canales en la que el camino forma parte de la red de escurrimiento”.
A raíz de estas dificultades, todos los años se pierden entre 1 y 1,5 cm de espesor del suelo por deterioro, en virtud de un mal manejo del escurrimiento y un mal uso de los suelos. Además, este suelo alberga más del 25% de la biodiversidad biológica que también se pierde. Algunos mapas muestran cómo se fue degradando la materia orgánica, el PH, el fósforo del suelo y todo lo que era verde se fue poniendo ocre, amarillo, lo que significa a largo plazo una pérdida de la capacidad productiva.
Según un estudio de la Bolsa de Comercio del año 2023, el porcentaje de productores que realizan análisis de los suelos en Argentina es tan sólo del 23%. Es decir que cerca del 80% no conoce lo que está usando para producir cuando un análisis básico cuesta 1500 pesos por hectárea.
“No podemos continuar así, debe hacerse una gestión integrada de los balances de materia orgánica, carbono, fósforo y agua, para que haya éxito”, sostiene el docente de Ciencias Agrarias y resalta que la capacidad productiva de los suelos pone en riesgo la producción de alimentos y la rentabilidad del agro.
Periodista: Victoria Arrabal/Fotógrafa: Camila Casero
Fuente: UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO