Memorias en disputa: los usos políticos de la historia en la Argentina postdictadura

Por Redacción IDL

En el XVII Congreso Nacional de Ciencia Política, la historiadora de la UNR Camila Perochena exploró cómo distintos presidentes argentinos apelaron al pasado con fines políticos desde el retorno de la democracia hasta la actualidad.

La historiadora Camila Perochena, quien tuvo un reciente cruce con el presidente Javier Milei en X respecto de si Argentina fue o no potencia mundial en 1910,  expuso sobre los usos políticos de la historia en el XVII Congreso Nacional de Ciencia Política realizado en la UNR. Profesora de Historia, egresada de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, Magister en Ciencia Política de la Universidad Torcuato Di Tella, Doctora en Historia de la UBA y Directora de la Maestría en Periodismo La Nación Di Tella, su conferencia recorrió los diferentes usos del pasado que hicieron los presidentes argentinos desde la transición a la democracia hasta  hoy.

Para su análisis distinguió dos bloques: uno de 1983 a 2003 con un régimen memorial más consensualista y pluralista  y un segundo desde 2003 hasta la actualidad más conflictivo y polarizador. Explicó que están “los guerreros memoriales”, actores políticos que creen que hay una verdadera historia, que hay que dar una batalla por ella y terminar con la historia falsificada. Por otro lado están “los pluralistas memoriales” que piensan que hay distintas formas de aproximarse al pasado y todas pueden convivir en un mismo espacio político. Por último, están “los negadores” que consideran que para mirar hacia el futuro hay que hacer caso omiso del pasado.

“Alfonsín tuvo el dilema memorial más difícil de resolver porque estaba en la transición a la democracia”, dijo y diferenció dos posturas durante su presidencia: con el pasado reciente tenía una mirada de  “guerrero memorial” porque había que saber verdaderamente qué había pasado durante la dictadura pero esto convivía con una mirada prospectiva porque había que cerrar ese capítulo para poder mirar al futuro.

En el largo plazo apostaba a rescatar momentos pluralistas del pasado para mirar el presente, por ejemplo la sanción de la Constitución Nacional Argentina en 1853. “Toma ese momento de construcción de un Estado luego de las guerras civiles como un espejo para pensar la democracia en oposición a la violencia, con una idea más consensualista”. Este uso del pasado trata de sostener simbólicamente una concepción liberal de la democracia.

En términos de estrategia, Menem continuó con un régimen memorial  por la coexistencia que buscaba evitar abrir batallas por el pasado. Asumió diciendo que quería ser “el presidente de Sarmiento y el Chacho Peñaloza, de Alberdi y Facundo Quiroga, de Balbín y Perón”. La principal diferencia era que “para Alfonsín no había democracia sin justicia. En cambio para Menem la democracia no requería justicia sino reconciliación y con esta idea justificó los indultos”. Los dos primeros años se colocó como “prospectivo memorial”, quería cerrar las batallas del pasado que dividieron a los argentinos para mirar al futuro. Luego se convirtió en un negador que no quería hablar del pasado y el olvido empezó a tener un lugar central para la construcción de la democracia.

Según analizó Perochena, esto cambió con Néstor Kirchner. El era un guerrero memorial de la historia reciente, algo que puede comprobarse con varias acciones, entre ellas la reescritura del prólogo del “Nunca más” en la edición de 2006. Recupera los ideales de las organizaciones militantes setentistas y  hace un prudente silencio sobre los métodos y la violencia revolucionaria. Hay una fuerte crítica a la memoria alfonsinista de los 80 y una ruptura con ese régimen memorial consensualista de la transición a la democracia.

Cristina Kirchner profundizó esta mirada y en 2007 aparece la idea de “batalla cultural” que para esta guerrera memorial implicaba “reescribir el pasado”. Para ella la verdadera historia era el revisionismo histórico frente a la falsificada historiografía liberal. Esto la llevó a realizar una narrativa de los 200 años de historia argentina en la que pregonaba: “Venimos a terminar las promesas inconclusas de la Revolución de Mayo.” Allí hace un paralelo entre 1810 y 2010, con buenos y malos.

“En esta idea de dar una batalla por el pasado y polarizar políticamente el presente, la historia fue un insumo importante, algo recurrente en el 50% de sus discursos”, afirmó la historiadora y remarcó: “El fin de la historia era hacer esa división entre un nosotros y un ellos en el presente”. Aquí comienza un régimen memorial dominado por el conflicto y un uso polarizador del pasado que “es muy efectivo para construir una identidad política, movilizar, generar emociones, enojo”.

En cuanto a Macri, la investigadora sostuvo que fue un negador memorial porque hizo usos del pasado forzados, sin una preocupación específica por una narrativa histórica. Para él mirar el pasado lo convertía en un nostálgico que no le permitía proyectarse al futuro. En su discurso no aparece ningún líder de la historia argentina, ni recupera  momentos históricos porque hay una idea clara de que “el pasado tiene que ser dejado atrás”. “Esta postura no significó salir del régimen memorial dominado por el conflicto, porque para Macri esa era la manera de diferenciarse y marcar una oposición con el kirchnerismo”.  Luego, el propio PRO hizo una autocrítica sobre el problema de no haber tenido una narrativa histórica para  construir una identidad.

“Milei se sube a ese régimen memorial dominado por el conflicto y lo llena de exabruptos”, afirmó Perochena. “Cree que hay una verdadera historia que él tiene que mostrar, que es la de la Argentina liberal en una época dorada donde éramos potencia en 1910 y que empezó a caer en 1916 con la entrada de la democracia de masas. Viene a decirnos  que no es fácil compatibilizar democracia de masas con liberalismo”.

De la romantización de las organizaciones armadas de la década del 70 durante el kirchnerismo y ese intento por romper con el consenso alfonsinista, hoy el péndulo se inclina hacia el otro lado porque estas organizaciones  son vistas por el actual gobierno como las principales responsables del caos, de la violencia, lo que  termina justificando la dictadura militar.

Para la historiadora existe una matriz común en el uso polarizador del pasado que hacen Milei y Cristina pero con una diferencia importante: durante el kirchnerismo convivían el revisionismo histórico con las investigaciones del Conicet, de las Universidades, divulgadores en el canal Encuentro, mientras que hoy esa convivencia es imposible porque hay un discurso  contra los intelectuales, los académicos, que son considerados una “casta”. “Hoy no hay un mínimo lugar para otras interpretaciones del pasado.”

Periodista: Victoria Arrabal/Fotógrafa: Camila Casero

Fuente: UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

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