En el día del periodismo y en un nuevo aniversario de Ideas del Litoral, reivindicamos la comunicación ética y de calidad para combatir la desinformación
¿Qué es la desinformación?
La desinformación se convirtió en un tema crucial. Aunque la propagación de información falsa no es algo nuevo, la rapidez, el alcance y la complejidad con la que se presenta hoy en día plantea retos sin precedentes. ¿Cómo podemos hacer para estar bien informados?
Es fundamental tener una definición clara para poder diferenciar el término de otros relacionados, como el de las fake news. La desinformación abarca las noticias falsas, pero va más allá… Se refiere a información que es errónea, inexacta, manipulada o sacada de contexto. Tiene la intención de engañar, confundir o manipular a las personas para que crean en ella y la compartan. Este fenómeno, potenciado por las tecnologías actuales -y la complicidad de los medios masivos tradicionales- conforma un ecosistema mediático inundado de información errónea y malintencionada, que se difunde de manera instantánea y se propaga rápidamente entre la población.
La desinformación saca provecho del exceso de contenido, canales y medios de comunicación a los que estamos expuestos en la actualidad. Asimismo, se apoya en el tipo de consumo efímero y breve para ganar credibilidad y repercusión.
Es principalmente sensacionalista, intenta causar impresión y producir emociones como odio, indignación, felicidad, entre otras. También utiliza el denominado sesgo de confirmación: la tendencia a buscar -y dar más relevancia- a la información que respalda nuestras creencias y, de manera contraria, desacreditar aquello que contradice las posturas propias.
En este escenario, es esencial fomentar prácticas reflexivas y críticas hacia la información que recibimos y compartimos.
Que el árbol no tape el bosque
El título es el primer acceso a la información, a veces el único ya que nos quedamos solo con eso. Este se utiliza para llamarnos la atención y emocionarnos, de manera tal que acreditemos la información. Las imágenes y videos cumplen un propósito similar, pueden estar editadas para impactarnos, creernos la noticia y re-enviarla.
Lo primero que deberíamos hacer es parar la pelota. No reenviar la información hasta tanto no se esté seguro que su contenido sea responsable y de calidad. Comenzar a tener conciencia que nuestra participación es importante en la proliferación o no de una información malintencionada.
Por otro lado, el árbol no nos debe tapar el bosque. Acceder a la información completa. Ir más allá de los títulos e imágenes ¡chequear todo! Verificar de dónde proviene, si se encuentra en otros medios y las fuentes a las que refiere.

Ir a las fuentes…
Poder distinguir entre la mentira y la verdad es vital para nuestra democracia y el bienestar social. En este contexto, el periodismo y la comunicación de calidad se destacan como posibles aliados ante la desinformación. Al investigar, verificar y presentar la información de manera ética y clara, actúan contra las narrativas engañosas, permitiendo que las personas formen opiniones bien fundamentadas y se involucren activamente en la vida social.
Para desarrollar una mirada crítica sobre la información, es esencial identificar de dónde proviene: si es de un sitio institucional que difunde información de primera mano, si es un medio reconocido, con trayectoria y/o especializado en un tema. Es recomendable consultar más de una fuente, para contrastar los contenidos y poder generar un conocimiento y opinión propia.
Igualmente importante es conocer la autoría. Saber cuál es el equipo humano detrás de la producción. Esto permite analizar si se trata de personas especializadas en el tema, si hay referencias previas que permitan verificar su trabajo y entender su perspectiva.
En la era de la desinformación se debe apostar a la comunicación y periodismo ético y, al mismo tiempo, a la conciencia ciudadana de rastrear fuentes, chequear y compartir información seria y de calidad.